El temor al contagio, pero más porque sus familias enfermen que por ellos mismos, o impotencia por la gente que tiene posibilidad de quedarse en casa durante la cuarentena son algunos de los sentimientos que invaden a los que tienen que salir a trabajar durante el confinamiento decretado por el estado de alarma causado por el Covid-19.
Belén Sánchez, trabajadora en el servicio de limpieza de un centro sanitario de Ciudad Real ha expresado la incertidumbre por «lo que te puedes llevar a tu casa».
El trabajo ha afirmado que ha cambiado sobretodo en su actitud a enfrentarse a él. Ha confesado que antes iba «muy contenta» y ahora, en cambio va «con mucha tristeza y miedo porque no sabes que te vas a encontrar».
También ha cambiado por el aumento en las medidas de precaución habituales, ha añadido explicando cómo se tienen que poner un traje de protección especial para entrar en una habitación con un enfermo de COVID-19.
Ha enumerado la cantidad de prendas protectoras que se tiene que poner como calzas, doble traje, doble guantes, unos más largos y otros cortos, dos gorros, pero sobretodo «fuerza para entrar en la habitación porque te da mucha pena».
Pero la protección no termina en el trabajo, cuando llega a casa, ha explicado cómo se quita la ropa y la mete en la lavadora, «la lavo a 60 grados y desinfecto el calzado con agua con lejía».
«Es una sensación muy extraña, me gustaría despertarme en el mes de junio y ver lo que ha pasado. Habrá que echarle fuerza y mucho valor», ha concluido.
«EL QUE DEBE SALIR A TRABAJAR ESTÁ VENDIDO»
Una preocupación muy similar es la que tiene Jesús Sánchez, trabajador de una empresa de transporte de la provincia de Ciudad Real.
Según ha explicado no es miedo por contagiarte al exponerse al exterior, al contacto con gente, dinero o papeles* sino que por su posible contagio, su familia enferme.
«Mi sensación principal es que sea como sea, aquel que debe salir a trabajar está vendido», ha añadido, ya que es cuestión de tiempo o suerte el que «podamos vernos en una situación comprometida».
A esto se une, ha continuado, que se puede cometer cualquier error al volver a casa y no limpiarse o desinfectarse bien.
Su trabajo, ha explicado que no ha cambiado «prácticamente en nada» desde que comenzaron las medidas de confinamiento.
«Se nota que hay algo menos de movimiento de mercancías pero no se ha notado un cambio radical desde la cuarentena», ha afirmado.
Los chóferes y personal del almacén deben ir en todo momento con mascarillas y guantes ya que interactúan con clientes y tanto en almacén como en oficinas disponemos de geles para la limpieza de manos, ha especificado.
También, ha explicado que se ha procurado dividir al personal de la oficina en dos turnos, uno por la mañana y otro por la tarde «para evitar que estemos todos juntos en un mismo espacio».
En las oficinas, ha asegurado, al no tener contacto con clientes el protocolo es menos rígido que el almacén pero tienen que mantener las distancias, la frecuente limpieza de manos y todos los días se les toma la temperatura.
Cuando llega a casa, ha incidido que lo más importante es la desinfección. «Con un pulverizador de agua con legía limpio calzado, manos, y llaves».
Ha invitado a todos aquellos que tienen la posibilidad de permanecer en casa, que lo hagan y no se expongan innecesariamente.
LA FALTA DE CONCIENCIACIÓN NOS LLEVARÁ A ESTAR MÁS TIEMPO
Un sentimiento de impotencia es lo que invade a Lucía Fernández, trabajadora de un hipermercado de la provincia de Ciudad Real, por la falta de concienciación que aún se ve en algunos ciudadanos.
Una actitud que según ha comentado considera que va a llevar a estar más tiempo en esta situación.
Ha comentado como todavía hay gente va a comprar sin ningún tipo de protección «y eso que en la puerta de la tienda hay desinfectante y guantes», no mantiene la distancia de seguridad con los empleados «con el riesgo de contagio que ello conlleva» y siguen haciendo la compra en pareja o con niños.
También aún hay muchos para los que la compra es una manera de salir de casa, ha explicado.
«Ves como llevan cuatro tonterías y te tienes que callar», ha manifestado añadiendo como también se cierta insolidaridad en el hecho de acaparar algunos productos, como pasó con el papel higiénico en un primer momento y ahora está pasando con la lejía.
Respecto a lo que es su trabajo en sí, ha confesado que «no ha cambiado mucho».
Sí que ha variado el horario ya que entra una hora antes porque se cierra una hora antes y desde que comenzó esta situación está siempre en el turno de tarde.
Otra cosa que ha cambiado para esta trabajadora, ha explicado, es el tener que incrementar las medidas de higiene que ya de por sí tiene este tipo de establecimientos.
«Hay que estar continuamente con la desinfección tanto mía como de las secciones en las que trabajo» a lo que se une la obligación de llevar siempre guantes y mascarilla.
Se ha observado una merma en la plantilla habitual, ha explicado, unos 14 más o menos, ya que la empresa al más mínimo síntoma manda a casa.
A esto se suma los que tenían alguna patología previa, a los que se les ha dado también la posibilidad de permanecer en sus hogares y también se ha dado la opción a coger excedencias por la situación. Además, precisado, que se están respetando descansos y vacaciones.
Algo que se ha solucionado, ha añadido, con la contratación de gente nueva y la ampliación de horario a aquellos que estaban a media jornada.