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«La esclavitud del siglo XXI», por Donelia Roldán

Artículo de opinión de Donelia Roldán, Senadora del PSOE por la provincia de Albacete

Hoy, 23 de septiembre, se conmemora el Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de mujeres, niñas y niños. Una práctica que ejemplifica la desigualdad insoportable que sufren las mujeres y que debe avergonzarnos como sociedad.

Sin embargo, es esta una realidad que hemos aprendido a mirar con los ojos de la distancia, esos que utilizamos para observar todo aquello que no queremos ver. Pero esta deleznable práctica se repite mucho más cerca de lo que creemos y afecta a muchas más personas de las que podamos imaginar. Además, presenta un denominador común: ser mujer y pobre. Así, Naciones Unidas y la Unión Europea nos arrojan a la cara las cifras de un negocio que destroza la vida a millones de mujeres y niñas (representan el 80% de las víctimas en Europa occidental), que en el 95% de los casos terminan siendo explotadas sexualmente.

Y no puedo escribir estos datos sin que en mi cabeza retumbe la palabra prostitución, para acto seguido verme en la obligación (también en la convicción) de decir, alto y claro, que este negocio es uno de los rostros más crueles de la feminización de la pobreza y una intolerable forma de violencia contra las mujeres, especialmente, mujeres pobres. Cosificadas y despojadas de cualquier derecho, son víctimas de los deseos de tratantes, explotadores, mafias o usuarios del sexo a la carta. Desgraciadamente, también ellos están más cerca de lo que a priori suponemos.

Mujeres, niñas y niños de todos los lugares del mundo, y no sólo de ese mal llamado tercer mundo, se ven sometidos a la trata y pasan a ser piezas del engranaje de un mercado en el que todo se puede comprar. ¡Personas que pagan para comprar a otras personas! Sí, tan alarmante como repugnante; tan cotidiano como indignante. Si a esa combinación añadimos la pornografía, como parte de la educación sexual de muchos adolescentes, estaremos creando un caldo de cultivo perfecto para perpetuar esta situación.

Así, desde el desconocimiento, la apatía o la indiferencia creemos que nunca nos tocará a nosotros y a nosotras; nos sentimos ajenos y ajenas a este dolor que desgarra vidas, que enmudece voces y siega futuros. Pero la indiferencia no es una opción.

Si miramos a nuestras hijas e hijos, a las mujeres que forman parte de nuestra vida o a nosotras mismas, podremos rozar con la punta de los dedos el sufrimiento real y la magnitud de una tragedia que se teje con el hilo de la pobreza y se enreda en la justificación, la inacción o la complicidad de quienes vuelven la cara para no hacerle frente.

Desde el PSOE nos negamos a mirar para otro lado; no lo hemos hecho nunca ante ninguna injusticia y no lo hacemos en esta materia. De hecho, en esta legislatura estamos trabajando para aprobar una Ley integral contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual y contra la prostitución. En juego están los derechos y las libertades de las personas más indefensas y sólo cabe una postura abolicionista frente a la prostitución. En aquellos países en los que se ha legalizado, ha aumentado la trata y, más allá de un convencimiento inquebrantable, puedo decir con la rotundidad de los datos que sin prostitución no hay trata.

Los y las socialistas estamos al lado de las víctimas y, por ello, estamos radicalmente en contra del negocio del sexo, que explota a las personas más vulnerables. Defendemos la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, pero esta no llegará nunca mientras se compre, se venda y se explote a mujeres, niñas y niños.

La sociedad en la que creo, en la que creemos quienes defendemos los valores que hacen latir el corazón del PSOE, no se puede levantar (ni puede sostenerse por más tiempo) sobre los cimientos de la explotación, el sufrimiento y la vulneración sistemática de derechos. Sólo concibo un modelo social en el que se lucha contra las causas que obligan a las mujeres a prostituirse, que se alza para decir ‘basta ya’ a un negocio que se basa en la socavación de los derechos y la dignidad de las mujeres. Y aquí o se está enfrente o se es cómplice.

Yo no tengo ninguna duda. Formo parte de un partido con 140 años de historia, que en los momentos decisivos siempre ha dado un paso al frente para conquistar derechos, ampliar libertades y derribar barreras. Y lo seguiremos haciendo con una Ley que es esencial para continuar haciendo grande nuestra democracia.

Trabajar con las víctimas; apoyar a las organizaciones que trabajan día a día con ellas para restituir los derechos perdidos por el camino; actuar en los países de origen y avanzar hacia la abolición de la prostitución y, con ella, de la trata de seres humanos, es el camino a seguir y desde el Partido Socialista ahí estaremos. Siempre luchando para acabar con esta lacra histórica, negocio de unos cuantos, que ha reconvertido la desigualdad y la injusticia que viven mujeres, niñas y niños en la esclavitud del siglo XXI.

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