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martes, 12 noviembre
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«La virtud está en el centro», por Carmen Picazo

Artículo de opinión de Carmen Picazo, portavoz de Ciudadanos en Castilla-La Mancha

‘Aurea mediocritas’ es una expresión latina referida a la voluntad de alcanzar un deseado término medio entre los extremos. O un estado ideal alejado de cualquier exceso mediante la justa medida de los términos opuestos. Aristóteles identifica la «virtud» –la areté– con el hábito de actuar según el justo término medio entre dos actitudes extremas, a las cuales denomina «vicios». De este modo, decimos que el hombre es virtuoso cuando su voluntad ha adquirido el hábito de actuar rectamente, de acuerdo con un justo término medio que evite tanto el exceso como el defecto.

Claro que en la España de hoy, seguramente, unos llamarían socialcomunista a Aristóteles y otros lo identificarían como franquista. O desde ambos extremos se vandalizaría su estatua con la palabra ‘equidistante’, el estigma trendy de quienes tratamos de movernos en el proceloso terreno de la moderación. Ay, qué pobre concepción del mundo tienen los que solamente son capaces de entenderlo como la contraposición de dos mitades: la de los buenos y la de los malos.

Que la virtud está en el centro lo dijo Aristóteles hace mucho tiempo pero lo hemos comprobado después los españoles. Porque cuando España se desmembró en dos partes sufrimos retroceso y miseria. En cambio, en la cesión, la moderación, la renuncia razonable y el diálogo constructivo encontramos caminos de unión que resultaron ser saludables para todos. Podrá alegarse que es más “sexy” el trazo rotundo de la trinchera, el dogma absoluto, la zona de confort. Que moderarse es echarle agua al vino y que la flexibilidad es un síntoma de debilidad, olvidando acaso que los materiales flexibles, teniendo una forma perfectamente identificable, rara vez se destruyen, al contrario que esos viejos jarrones chinos.

Que la capacidad de entenderse con galgos y con podencos es propia de veletas, andan diciendo por ahí. ¿A quiénes representan esos veletas naranjas que no se sabe si son de los hunos o son de los hotros? Esos veletas naranjas están –estamos– en el espacio amplio que comparten quienes, con ideales legítimos y firmes, trenzan día a día sus vidas en el mundo de lo posible y no en el de los planteamientos absolutos e irrenunciables. Esos ciudadanos moderados cuyos principios éticos son tan sólidos que no necesitan ser gritados. Los que no se desgañitan en las redes sociales recetando esencias ideológicas porque están demasiado ocupados en el quehacer diario, izando la persiana de sus negocios, cuadrando números para llegar a fin de mes, llevando a sus hijos al colegio y a sus padres al ambulatorio. Viviendo en la vida real, no en las trincheras.

Son los cimientos de la España nuestra. La de la reconstrucción, la de la esperanza. La que pide que los políticos resolvamos problemas en lugar de crearlos. La que rechaza desahogos improductivos, la partidaria del esfuerzo conjunto desde el valor del individualismo. La que clama libertad sin ira, igualdad sin sectarismo, ciudadanía sin etiquetas. La que no considera enemigo al adversario ni traidor al disidente. Esa es la trinchera de los que no tenemos trinchera ni la queremos. La Tercera España que debiera ser la primera: la de Ortega, la de Alcalá Zamora, la de Chaves Nogales, ilustres ‘equidistantes’ de nuestra historia.

Dijo Winston Churchill que “un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, mientras que un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”. Ya que es indudable que vivimos tiempos calamitosos tanto en el plano sanitario como en el social, permítannos a los optimistas trabajar por el bien común. En la moderación hay mayor maniobrabilidad que en las trincheras para tejer por derecho y a brazo partido la reconstrucción, que será con todos y de todos o no será. Hace falta valor para salir al encuentro del diferente. Así se consigue aumentar las ayudas a autónomos, pymes y profesionales liberales; así se consigue reforzar las infraestructuras sanitarias y garantizar acopio suficiente de material de protección en hospitales, centros de salud y residencias de mayores de cara a posibles rebrotes; así se consigue una comisión para que los responsables del desastre rindan cuentas, caiga quien caiga. Política útil frente a política ultra. Como escribió Sabina, “esa es mi patria, alrededor no hay nada”.

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