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sábado, 16 noviembre
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«Echo de menos a Espinete», por Alejandro Ruiz

Artículo de opinión de Alejandro Ruiz, Presidente del Grupo Parlamentario de Ciudadanos

Les voy a reconocer algo: echo de menos a Espinete, si, lo reconozco, y no porque la maravillosa Chelo Vivares sea paisana, de Trillo, al lado de mi pueblo; o porque viva en un eterno complejo de Peter Pan, o porque adore los erizos rosas de metro ochenta, sino porque este personaje me retrotrae a una maravillosa etapa, los años 80.

Recuerdo con cariño los olores, lo sabores y los sonidos de los 80. Recuerdo los puestos de chucherías, el “Pepito”, la pastelería de Marián, los bocatas de tortilla en el recreo en los Salesianos… y en el pueblo, el sabor del pan con chocolate, o mojado en vino con azúcar. Sí, han leído bien, a los niños nos daban pan mojado en vino y anís con agua, y nadie llamó a los servicios sociales. Recuerdo el sonido de los globos de agua, los gritos jugando al “churro” y las madres pidiéndonos que subiéramos a cenar desde la ventana de casa desde el parque. Por cierto, que en esa época te caías, y te levantabas; te rompías algo y la culpa era tuya, y todo se curaba con mercromina a litros, los padres no se metían en nuestras historias, ni siquiera los profesores, que en los 80 seguían siendo una autoridad y les tratábamos de usted.

Comencé a tocar la guitarra en 1980, y recuerdo una música libre, creativa, con programas de música en directo, con músicos que se dejaban la piel por salir adelante y no fruto de la mercadotecnia. Mecano hablaba del amor lésbico, Ramoncín invitaba a beber hasta reventar, Siniestro a bailar sobre tumbas, los Toreros muertos nos hacían una visita guiada a su “agüita amarilla” … y Alaska puso himno a todo ello, “A quién le importa”.

Recuerdo a Suarez, Carrillo, Fraga, a la Pasionaria, y el Golpe de Estado, pero sorprendentemente en casa y en televisión no se hablaba prácticamente de política, salvo con la nocturnidad de José Luis Balbín en “La Clave” y nos sentíamos libres, porque a nuestros padres les había costado mucho ganarse esa libertad, y la masticaban cada día, lentamente, saboreándola.

Hoy, en cambio, tengo la sensación de hemos retrocedido en vez de avanzar. Que las heridas restañadas por sus protagonistas las resucitan los que conocen de la historia por Wikipedia; que mires por donde mires no es que se hable de política, se habla de partidos, porque estos dirigen “el cotarro”. Que vivimos en una sociedad que demanda cada vez más normas y que cede cada día un trocito de libertad, quizá, porque aquellos que nacimos en democracia no la valoramos tanto como nuestros padres, porque nos vino regalada.

Tengo la sensación de vivir en una sociedad cada vez más polarizada, donde los extremistas miserables campan a sus anchas, porque viven de esa polarización; de una sociedad cada vez más regulada, con un exceso normativo para que nada quede al arbitrio del sentido común y donde nadie asume su responsabilidad. Ciudadanos que viven felices en un Estado ultra regulador, porque así relegan esa responsabilidad al citado Estado.

Tengo la sensación de que a veces falta el aire, y que este está viciado por los mantras que nos lanzan diariamente y que nos hacen repetir hasta parecer nuestros. Así las cosas querido lector, entiéndame que hay días en los que echo de menos a Espinete.

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