Si es usted de los que creen que entre el blanco y el negro no existe toda una gama de grises…no pierda su tiempo leyendo estas líneas.
Si es usted de los que piensan que en lo que hay que centrarse únicamente es el continente y no en el contenido…es complicado que logre disuadirlo para que profundice más y no se quede solo en aquello que ve.
Si es usted de aquellos que antes de tomar la decisión de si están de acuerdo o no con una idea, se paran a observar primero de quién proviene y ya después se erigen en firmes defensores o no de la misma… éste no es el artículo más adecuado.
Pero si no se ve representado en ninguno de los tres párrafos anteriores, quizá y sólo quizá, pueda dedicar un par de minutos a poner en imágenes el baile sintáctico de estos grafemas. Con la inocencia de una Tábula rasa y sin la criba de la predisposición.
Cuando Ciudadanos entró en la escena política, de manos de profesionales de diversos sectores, profesores universitarios e intelectuales, lo hizo para combatir el nacionalismo catalán que se iba adueñando del ideario primero, y de la gestión después, del Gobierno autonómico y de las distintas instituciones. Pasado un tiempo, y ya con intensidades diferentes de presencia en el hemiciclo y por tanto en la política nacional, ha demostrado, como pocos, estar a la altura de las diversas exigencias y en conjunción con todas las sensibilidades. De corte liberal, con valores progresistas, defensores a ultranza de la unidad de España, de la igualdad de los españoles sin caer en la tentación de hacer distingos por territorio, constitucionalistas hasta la médula, y europeístas hasta la extenuación …
Hitos ha habido durante estos años, fruto de decisiones que anteponen el interés general (de los que les votan y también de los que tienen perentoriamente enfrente a la hora de depositar su voto en la urna).
Pero si se puede sacar pecho es, precisamente, con la actitud de los últimos tiempos. Tiempos de incertidumbre sanitaria, económica y social. Tiempos en los que no hay que precipitarse diciendo “NO” porque sólo escuchemos con “el estómago”. Tiempos en los que hay que examinar con microscopio de muchos aumentos los distintos pasos que se dan y que serán los que marquen el horizonte de los siguientes. Tiempos en los que llegar a acuerdos no significa expedir cheques en blanco ni perder un ápice de capacidad para identificar-evaluar y denunciar gestiones con las que no se está de acuerdo. Tiempos en los que compartir mesa, que no almuerzo, con un Gobierno nacional que no gusta pero con el que hay necesariamente que pactar para exigir a cambio que rinda cuentas ante el Parlamento, que se desvincule el Estado de Alarma de la prestación extraordinaria por cese de actividad a los autónomos, para que todos los ERTES se abonen con la máxima celeridad posible, para que el Gobierno garantice la misma protección a todos los españoles con independencia de la Comunidad Autónoma donde vivan, para que se elabore un Plan B que establezca un mecanismo alternativo al Estado de Alarma que nos permita estar protegidos en caso de un potencial rebrote de la pandemia que nos asola en la actualidad, o que se defina un Plan de Reactivación del Sector Turístico importantísimo en nuestro país.
Un oasis en mitad del desierto que parece ser en estos días el Congreso. Un Congreso protagonizado por las disputas, los desaires, los tonos impropios de quienes representan a todo un País, las expresiones descontextualizadas, los “insultos”, las imputaciones de actitudes infundadas, las acusaciones, la falta de estabilidad cuando necesitamos más consenso y proactividad que nunca.
La fiscalización de la gestión no puede -ni debe- nublar la capacidad para llegar a acuerdos puntuales que satisfagan el interés general. La situación es excepcional, y por tanto, la actitud también ha de serlo.
