¿A quién debo yo llamar
vida mía,
sino a ti, Virgen María?
Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir.
Nunca me verás decir:
vida mía,
sino a ti, Virgen María.
Duélete, Virgen, de mí,
mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti.
No llamo desque nací
vida mía,
sino a ti, Virgen María.
Tanta fue tu perfección
y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
No hay otra consolación,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.
El tesoro divinal
en tu vientre se encerró
tan precioso que libró
todo el linaje humanal.
¿A quién quejaré mi mal,
vida mía,
sino a ti, Virgen María?
Tú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido.
Nunca jamás llamaré,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.
Juan del Encina (1469-1529)
430 años como pueblo independiente de Socuéllamos. Cuánto queremos los tomelloseros a Tomelloso.
Dos días quedan, así suman, así restan, para los setenta y cinco años de Romería. Primero las mujeres, como siempre.
Setenta y cinco años de la constitución de la Hermandad.
«Ya tenemos patrona», había gritado dos años antes, D. Agustín Moreno Luján, párroco, un 9 de septiembre, en 1942.
Para este domingo, sol, solo sol. Ni una nube tiene que estar en el horizonte porque viene Madre, nuestra Madre, la Virgen Madre, la Virgen María.
Nosotros somos muy jóvenes. Cuatrocientos treinta años de ser pueblo emprendedor, trabajador, cariñoso, acogedor; «sencillo, humilde y leal». Sesenta años más tiene el poema La Virgen María, vida mía, de Juan del Encima que ha abierto este pregón.
Sí, Ella, vida mía, vida nuestra: «¿A quién debo yo llamar vida mía, sino a ti, Virgen María?»
Este pregón, escrito, inmerecido, pronunciado con temor y temblor, con responsabilidad sobrecogedora por el profundo cariño a este Tomelloso.
Este pregón, sí, no es mío, es de todos, es de Ella que nos cuida desde el Cielo; es de Ella que viene a visitarnos, que nos quiere y nos cuida. Nunca la Virgen de las Viñas viene sola, siempre nos trae, nos ofrece a Jesús. ¿Cómo querer a la Madre sin querer al Hijo? Y qué orgulloso tiene que estar el Hijo de que queramos tanto a su Madre.
Como toda madre se mete en nuestra vida, porque nos quiere nos corrige, pero con ternura, con amor. Y espera, siempre espera: «Haced lo que Él os diga».
Gloria a Dios en el cielo. En ese único pregón posible de esperanza, los que lo escuchan dan gloria a Dios con los ángeles, con la Virgen María en Belén, con el niño nacido en brazos. El pregón es para todos, y como es para todos, para vosotros, por favor, decid ya conmigo:
Viva la Virgen de las viñas. ¡Viva!
Viva la reina de nuestros campos. ¡Viva!
Viva la señora de nuestros corazones. ¡Viva!
Viva la Madre del divino Encanto. ¡Viva!
Viva su niñete querido. ¡Viva!
Viva el crucificado y resucitado. ¡Viva!
y que viva la Madre de Dios. ¡Viva!
Rvdo. Sr. Consiliario de la Hermandad de la Virgen de las Viñas, querido Matías. Contigo, un cariñoso saludo a todos los sacerdotes de nuestro pueblo: Julio, Jesús, Eustaquio, Antonio, José Luis, José Carlos, Miguel Ángel. Sois vosotros los que hacéis un poco más presente a Dios. «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis».
Al ver a un sacerdote tenemos que reconocer la entrega generosa de vuestras vidas. Sois la inversión de vida de Dios en el mundo a fondo perdido. Tomelloso ha tenido y tiene buenos sacerdotes: Mónico, Santiago, Damián, Antonio, Miguel, Jesús. También religiosos y religiosas. Y de los que han venido a servir: Esaú, Pepe, Paco, Leopoldo, Tomás, Leandro, Luis Miguel, Alfredo, Emilio, Manuel, Manuel y Manuel, multiplicado por tres de un nombre que significa «Dios con nosotros». Federico, Felipe,… Jaime, el último en partir.
Alguna vez, entre risas, cuando ha coincidido que estaban aquí de Argamasilla, de Alcázar, de Villahermosa, de Bolaños, les he dicho que los habían mandado a Tomelloso para aprender. No ha pasado de una broma. Han sido buenos. Un sinfín de entrega que, pasando por D. Agustín Moreno Lujan, el que trae la soñada imagen de nuestra Virgen de las Viñas, llega a esos cuatrocientos treinta años y más. También los que yo disfruté siendo niño: D. José Vicente, D. Ricardo, con todos ellos se fue fraguando mi vocación. Con todos ellos descubrí la grandeza de los hombres, de la Iglesia y de Dios.
Hoy les doy gracias públicas y que sigan manteniendo la fe viva de nuestro pueblo.
Excma. Sra. Alcaldesa: Inmaculada Jiménez y con usted un afectuoso saludo a toda la corporación municipal en esta víspera de elecciones generales. Gracias a todos por vuestra presencia y por vuestro servicio generoso y tantas veces poco reconocido por la sociedad. A veces prima más la percepción de enfrentamiento que otra cosa aunque todos tengamos responsabilidad en ello. También a ello viene la Madre.
Alejandro Ramírez Soriano, Presidente de la Hermandad de la Virgen de las Viñas, a ti y a toda la Junta directiva un cariñoso y fraterno saludo. Gracias por haber pensado en mí para pronunciar este pregón de la querida Romería de nuestro pueblo y para nuestra patrona. Lo digo: nunca pensé en proclamar el pregón de nuestra Romería. Me sobrepasa de verdad esta merced que conmigo tenéis. Por Ella, es por Ella. Gracias. En Ella, en la Virgen María, Madre nuestra, nos dejamos cariñosamente educar y llevar por los caminos de Dios. Ojalá y no nos alejemos nunca de ella.
Un cariñoso saludo también, por supuesto, a Antonio Ortiz Martínez, Mayoral de la Romería de este año. Fue presidente de la Hermandad de la Virgen de las Viñas durante cinco años. Antonio es de los que quieren a la Virgen María, a nuestra Madre de las Viñas. Contigo, Antonio, no podemos olvidar a nuestros agricultores, a nuestros viñeros, a nuestro campo, nuestras viñas y nuestro trigo. ¡Cuánto trabajo! ¡Cuánto sudor! ¡Cuánto desvelo por salir adelante! Al remate vendimias pagamos y en él volvemos a empezar. Gracias, Madre nuestra, por la cosecha de este año. No dejaremos de trabajar.
Tú no dejes de protegernos.
Quiero agradecer la presencia de todos hoy aquí y os pido disculpas por no poder nombraros a todos porque al final una vida, un corazón, se va llenando de nombres y de personas. Un corazón lleno de nombres.
En cualquier cosa, para cualquier acontecimiento, hacia donde hay que mirar es al cariñoso y profundo agradecimiento a mis padres, a mi querida hermana y mi tía Domiciana, a mi Tita. Me quieren mucho más de lo que cabe en el corazón, mucho más de lo que merezco. Ellos ni siquiera lo saben. Yo sí. Una mención especial a toda mi familia. También a la del Cielo, que por cambiar de estado no dejamos de estar unidos; esos sobre los que guardamos siempre un trocito inocupable e inabarcable del corazón. Mis abuelos, tíos. Estamos con ellos. Comunión de los Santos. Creo.
¡A Pinilla! En camino.