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viernes, 15 noviembre
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Entre su último funeral y su última boda, entrevistamos a Don Matías

Se despide de Tomelloso tras 16 años al frente de la parroquia de La Asunción de Nuestra Señora

El sábado pasado nos reunimos con el Padre Matías en su último día como párroco de Tomelloso, tras dieciséis años de labor ininterrumpida. Como un día más en la vida de un sacerdote de pueblo, las fuerzas de la vida le habían escrito la agenda. Esa mañana le tocaba oficiar la misa de un funeral y luego la de una boda. Nosotros teníamos una hora entre ambos oficios para entrevistarle y debo confesar que me costaba un poco encontrar el sendero por donde llevar la entrevista, mi abuela era católica, mi madre evangelista y mi padre ateo, y al padre Matías le había visto una vez hace ya varios años cuando le regalé un poster de Francisco I (cosa de Argentinos). Llegué a pensar que me estaba fallando la inspiración cuando al llegar a la iglesia nos encontramos con un coche fúnebre aparcado mientras que por detrás los decoradores de la boda descargaban con mucha discreción los adornos florales. Como siempre pasa cuando uno pisa un lugar de Fe, hasta la mínima brisa podría ser el suspiro de un ángel, tomé estas señales como guía y así comenzamos la entrevista, una de las más cálidas y humanas que me han tocado realizar.

C.G. Buenos días Matías. Te noto muy emocionado con el servicio que has dado y antes de venir he estado preguntando cómo has sido como sacerdote. La gente me dice que eres una persona muy firme pero que a la vez te entregas emocionalmente con la tu gente. Hace nada has acompañado a una familia en el duelo y en breve te toca la alegría de una misa. ¿Cómo sobrellevas la carga?

Porque forma parte de la vida y hoy ha sido particularmente especial. La persona que ha muerto es Felipa, es alguien a quien yo quería, alguien a quien yo veía todos los días en misa de nueve. Era alguien muy especial. Lo sobrellevo porque no es Felipa quien ha ido al campo santo, se que volveré a encontrarme con Felipa cada vez que suba al altar y consagre. Y ahora voy a casar a estos dos jóvenes que quieren ligar su vida matrimonial y forma parte de esa vida y lo vamos a hacer entorno a una misa celebrando un banquete como toda buena boda.

C.G. En tu última misa te despides de alguien que te acompañó todos los días de tu vida pastoral de Tomelloso. Me resulta muy simbólico.

P.M. Es que no es despedida. Es volver a encontrarnos. En estos días previos a mi partida recordaba a un grupo de las primeras abuelas, que hace ya unos años desapareció, se reunían en un rincón de la iglesia y en especial recordaba a una que llegaba con su bastón, lo dejaba en la columna y se sentaba en el primer banco, ella quería ver en primera fila, esta mujer nos dejó hace más de doce años y yo la sigo teniendo presente y tantas personas que han pasado, son parte de la vida. Mira, la vida es no es un principio o un final, la vida es una eternidad. El problema es que no nos creemos los que sentimos, pensamos que sólo lo material es real, lo que vemos y tocamos. Los sentimientos, la abuela, la madre, la seguimos teniendo, mi madre falta hace dieciséis años, fue cuando llegué aquí que ella murió y te digo que a veces siento que desde el cielo me está mirando, a veces siento que me tira una zapatilla de vez en cuando y me dice ¨¡Te lo dije varias veces y tu nunca haces caso!¨

C.G. ¿Cómo descubriste la vocación sacerdotal?

P.M. Desde muy joven, estaba siempre muy cercano a mi abuela que era muy religiosa y recuerdo que me llamaba la atención la labor del sacerdote y yo pensaba que quería esa vida, dedicada a Jesús. Luego estuve en Tomelloso en la ordenación de Jesús Cañas y definitivamente quería lo mismo, mi madre pensaba que estaba impresionado con toda esa parafernalia pero no, era mi autentica vocación.

C.G. ¿Crees que hoy en día un joven puede sentir la misma llamado espiritual y de servicio que tu sentiste? ¿Se dan las condiciones sociales para que los jóvenes puedan encontrar un camino religioso?

P.M. Yo creo que sí, yo creo que el gran problema que tenemos los nacidos y criados en el siglo pasado es que no llegamos a entender el modo en como la estructuración familiar ha ido cambiando con los años, en mi caso la casa grande de la abuela donde todos jugábamos con los primos es algo que poco sigue el estilo de vida actual, y ese misma abuela nos enseñaba teología.

C.G. ¿Qué haces en tu tiempo libre, lees?

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P.M. En mi tiempo libre, que suele ser muy poco, charlo. Me gusta escuchar anqué me falta siempre tiempo para estar con ellos, para escucharlos, hay mucha gente necesitada de ser escuchada.

C.G. Eso es cierto, a nadie le gusta escuchar y a veces pienso que eso lleva también a la gente a estar sola. ¿Crees que la falta de espiritualidad ha sido el catalizador para el avance que ha tenido la soledad en estos tiempos de la mano de la depresión y otras consecuencias clínicas?

P.M. Claro. Ten en cuenta que un determinado momento esa comunicación de las tertulias de las abuelas tomando el fresco, las tertulias de las abuelas tejiendo alrededor del pozo eran mucho más efectivas que los psiquiatras.

C.G. ¿Cuál fue tu reto más simbólico en tu vida sacerdotal?

P.M. Ser cura de pueblo grande. Yo siempre decía ¨quiero ser cura de pueblo chico¨ son más sencillos, además yo fui criado como hijo y nieto de labradores. A los 25 años me ordené y la ilusión cambió, me mandaron a Valdepeñas y tuve que aprender a vivir de esa otra forma, acostumbrarme a la ciudad grande, luego fui destinado a Tomelloso y ahora que esperaba por fin el pueblo pequeño estoy destinado a Bolaños.

C.G. Entonces ¿Cómo resumirías todos estos años de vida sacerdotal?

P.M. Pues mira, ¨Acompañar¨, acompañar a la familia, a los niños, a los abuelos, amar a mi gente y sentirse querido. Eso es muy gratificante.

C.G. ¿Te gusta el Papa Francisco?

Me encanta este Papa, él transmite todo aquello que yo sentía desde que empecé mi carrera sacerdotal, la sencillez, la acción por los pobres, para mí me es muy fácil leer o escuchar sus palabras.

C.G. A ti como al Papa Francisco os ha tocado una época muy difícil dentro de la Iglesia donde se han destapado cosas que mueven estructuras básicas entre curas y feligreses.

P.M. Yo veo este tema como esperanza, la Iglesia al igual que nuestra sociedad cometió el error de disimular las cosas y a veces se ha ocupado con demasiada tibieza del pecador, mira cuando yo iba al seminario teníamos prohibido entrar a la habitación del compañero, a lo mejor parece una tontería pero es así como se evitaba todo esto que se sabe ha ocurrido. Entonces ya se peleaban mucho las acciones malas, pero también se ocultaba y eso no ha ayudado a nadie. Como dijo Juan XXIII hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco. Pero este no ha sido el peor momento de la Iglesia ha habido épocas donde el papel histórico ha sido muy complicado pero igual seguimos. Algo reciente por ejemplo, cuando se desató el drama de la enfermedad del SIDA, a la gente se la apartaba como a los leprosos de la edad media, y fue un grupo de monjas a las que no les importó dedicar su vida por esa gente. Allí está hoy en día la iglesia. En el 1900 salían las monjitas por el campo pidiendo alimentos y ropa vieja para cuidar a sus enfermos. Eso es la Iglesia. Servicio. Los errores son humanos y se van corrigiendo, el ideal divino de servir a otro está allí, y no desaparece.

C.G. Por último, antes de vayas a oficiar la boda. ¿Qué te encontraste en Tomelloso y qué dejas?

P.M. Hay que tener en cuenta que hace cincuenta años que en Tomelloso se trabaja mucho, yo me encontré con lo hecho por mis antecesores gente de la categoría de Saul, Tomas. Yo llegué con un poco de miedo. Dejo mucho trabajo y sobre todo las infraestructuras, como el centro parroquial que utilizan todos.

C.G. Gracias Matías por tu tiempo. Te agradecemos esta charla tan sincera y esperamos que seas muy feliz en tu nueva misión por la vida.

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