El 8 de marzo ha conquistado un color, unos ecos y un ímpetu propios. Lo ha hecho lentamente (demasiado). Pero lo ha hecho apoyándose en una fuerza que es invencible: la del conjunto de la sociedad y un sentimiento inevitable de estar en deuda, a lo largo de la historia, con demasiadas mujeres borradas de ella.
Acabamos de celebrar el cuarenta aniversario de la Constitución Española y, el 3 del próximo abril, conmemoramos también cuatro décadas de la democracia local. Por eso, en este Día Internacional de la Mujer (y como municipalista convencido que soy), quiero sumarme públicamente a la Declaración con la que la Federación Española de Municipios y Provincias reconoce a aquéllas que se convirtieron en las primeras alcaldesas de la historia de nuestra democracia.
103 mujeres sembraron, en 1979, un ejemplo valiente de visibilización que, cuarenta años después, ha germinado en 1.565 alcaldesas, protagonistas de la vida de sus pueblos y ciudades. Apenas todavía el 30% del total de primeros y primeras ediles que hay a lo largo y ancho de España.
Corresponde a los poderes públicos eliminar todo obstáculo que trabe la igualdad entre los individuos y los grupos que integran la sociedad, en la que todos y todas han de poder participar de manera real y efectiva.
Es nuestra obligación, como referentes que hemos de ser a la hora de abrir caminos, trabajar activamente por la igualdad de trato y por las oportunidades, para alcanzar, cuanto antes, un futuro sin discriminación alguna por razón de género; sin actitudes que puedan seguir situándonos ante el vergonzante escenario de perpetuar la desigualdad.
No sólo es tiempo de avanzar, sino de no retroceder. No sólo es tiempo de unirnos, sino de no dividirnos. No sólo es tiempo de reivindicar, sino de no conformarnos. El futuro que estamos obligados y obligadas a legar a nuestros hijos y nuestras hijas, así nos lo exige.
El 8 de marzo ha conquistado un color, unos ecos y un ímpetu propios. Son de un camino en el que, como sociedad avanzada (y que se precia de querer serlo cada día más), no podemos permitirnos dejar más mujeres en la cuneta. Porque queda mucho por transitar. Porque más políticas que avancen en fomentar el empleo y el emprendimiento, la educación para la igualdad de oportunidades y el apoyo a las mujeres del ámbito rural, nos esperan para ser puestas en marcha. Para hacer justicia. Y para que nuestra conciencia social, deje de estar en deuda con la mitad de sí misma.