En la mañana del 16 de julio de 1969 miles de personas se congregaron en las cercanías del centro de lanzamiento de cohetes de la NASA en Cabo Cañaveral, en el estado de Florida, para contemplar el lanzamiento del Apolo XI rumbo a la luna, acontecimiento que además fue transmitido en vivo por radio y televisión a 33 países. Entre los periodistas españoles que dieron cobertura al acto se encontraba el conquense Raúl del Pozo, quien miedo siglo después, rememora aquellos días.
Añade el periodista que se le puso «la carne de gallina» porque era consciente de que vivía «un momento histórico, como cuando Colón llegó a América». «Un gran paso para la humanidad».
Más allá del lanzamiento, la «incógnita» era si los tres astronautas podrían volver. «Lo conté para el diario Pueblo. Y el regreso lo titulé: ‘Pudieron volver'», añade Del Pozo, quien recuerda a otros periodistas españoles de la comitiva como Jesús Hermida y José María Carrascal. «Fue muy bello. Maravilloso».
MEDIO SIGLO DE HISTORIA
El comandante de la misión era Neil Armstrong, con Edwin ‘Buzz’ Aldrin como asistente y copiloto del módulo lunar. El tercer miembro de la tripulación, Michael Collins, se mantendría pilotando el modulo de mando en la órbita de la luna, mientras sus dos compañeros descenderían con el módulo lunar. Como era tradición, la tripulación eligió los nombres de ambos módulos. El módulo de mando recibió el nombre de Columbia y el módulo lunar se bautizó como Eagle.
El lanzamiento se efectuó sin contratiempos. Las etapas del cohete Saturn V fueron desprendiéndose según lo previsto, lanzando a los astronautas a toda velocidad hacia nuestro satélite natural. El viaje hasta la luna duró tres días y la nave entró en órbita lunar el 19 de julio. Mientras la tripulación realizaba pruebas programadas y evaluaba las condiciones del lugar elegido para alunizar, la nave realizó treinta órbitas alrededor de la luna. El área designada para el alunizaje se había bautizado previamente como el Mar de la Tranquilidad debido a su extensa superficie llana.
El 20 de julio, Neil Armstrong y ‘Buzz’ Aldrin se trasladaron al estrecho módulo lunar para acometer el descenso final. Tras revisar todos los sistemas, el Eagle se desacopló del Columbia y comenzó el descenso, en una maniobra que no estuvo exenta de incidencias. La excesiva velocidad a la que el módulo lunar se acercaba a la superficie hizo que pasaran de largo el lugar previsto del alunizaje.
Mientras tanto, los ordenadores de abordo comenzaron a disparar varias alarmas, aunque desde el Centro de Control les aseguraron que ninguna de ellas impediría completar la misión. A medida que descendían, los astronautas se percataron que el nuevo lugar del alunizaje era un área rocosa que estaba peligrosamente cerca de un gran cráter. Neil Armstrong, un excelente piloto militar de pruebas y dotado de una legendaria sangre fría, tomo el control manual del Eagle y lo pilotó hacia un lugar de alunizaje más seguro. La maniobra de alunizaje consumió la casi totalidad del combustible reservado a este fin. El ritmo cardiaco de Armstrong, controlado desde la tierra, apenas se alteró.