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viernes, 20 diciembre
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Casi 300.000 firmas recogidas para aumentar el tratamiento de la anorexia desde Ciudad Real

Es iniciativa de Patricia Cervera, que tiene una hija que padece esta enfermedad desde hace ocho años

Más de 270.000 personas han firmado una petición de Change.org para que en todas las comunidades autónomas se habiliten unidades especializadas en tratamiento de pacientes con trastornos alimentarios como anorexia o bulimia. La reclamación, dirigida al Ministerio de Sanidad y a la Junta de Andalucía, es iniciativa de Patricia Cervera, que tiene una hija que padece esta enfermedad desde hace ocho años. El pasado 3 de abril, después de pasar diez horas en urgencias con su hija, Cervera decidió iniciar esta campaña.

«Tuve que mentalizarme de que mi hija se iba a morir», asegura para relatar cómo la ausencia de estas unidades le ha obligado a pedir créditos para pagar centros de tratamiento privados. También a acudido a terapias alternativas, visitado psicólogos y psiquiatras y probado con fármacos.

Según relata, Aleixandra sufrió acoso escolar cuando se cambió del colegio al instituto. «Era muy tímida y le costaba hablar con la gente», explica su madre en una entrevista con Europa Press. A partir de ese momento, con 13 años, «empezó a encerrarse en sí misma». Patricia se sorprendió cuando la pequeña le propuso que hicieran deporte juntas y empezaran a comer más sano, pero se lo planteó como una forma de pasar más tiempo con ella. «Íbamos a clases de baile y comíamos sano, sin llegar a ser una dieta», recuerda.

 

LA ANOREXIA TE AISLA

Al poco tiempo, empezó a encontrar comida en la habitación de su hija, observó que constantemente evitaba el momento de sentarse en la mesa diciendo que se iba a su cuarto, que le dolía la tripa o que no le apetecía, y decidió llevarla al médico de cabecera para explicarle sus sospechas. Este fue el primer día de ocho años de lucha, Aleixandra tenía anorexia.

«Esta enfermedad aisla a quienes la padecen porque estructuramos la vida a través de las comidas y para ellos la comida es el enemigo», explica la madre.

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Cuando Aleixandra accedió a pedir ayuda se encontraron con que no existen unidades especializadas en trastornos de la conducta alimentaria en Andalucía y que la asistencia ambulatoria es «insuficiente»–las sesiones son cada dos o tres semanas y duran en torno a media hora–.

Por ello, Patricia pidió un crédito y pagó los 2.000 euros que costaba al mes que su hija fuera a un hospital de día privado. A las seis de la tarde, iba a recogerla y, al volver a casa, la pequeña se convertía en un «demonio». «Soltaba todo lo que no había podido decir durante el día, se negaba a cenar, no paraba de hacer deporte y perdía mucho peso», recuerda la madre.

 

UNIDADES ESPECIALIZADAS EN TRASTORNOS ALIMENTARIOS

La única alternativa de ingreso público en esta comunidad autónoma es en unidades de psiquiatría, en las que conviven con personas que tienen otras patologías. «Es fundamental tener una unidad especializada y multidisciplinar para interpretar cómo come el paciente y enseñarle a gestionar sus crisis, poder controlar debidamente si hace ejercicio físico o cerrar los baños para evitar que puedan vomitar», según el jefe del servicio de psiquiatría del Hospital General de Ciudad Real y de la Unidad de Trastornos Alimentarios, Luis Beato.

No existen datos exactos sobre cuántas personas sufren Trastornos de la Conducta Alimentaria en España pero se estima que la prevalencia en la población adolescente es del 3 al 5 por ciento. La anorexia, tanto la restrictiva, que consiste en mantener un peso bajo por la escasa ingesta de alimentos, como en la purgativa que, además de mantener un peso bajo recurre a los vómitos para expulsar el alimento ingerido, suele empezar en chicas de 14 años y tarda cinco años en evolucionar del todo.

Por otro lado, la bulimia, que se da en personas de peso sano y que consiste en comer ‘por atracones’ y vomitar o mantener ayuno y ejercicio en los días posteriores, suele aparecer a los 16 años.

 

DE GRANADA A CIUDAD REAL PARA VER A SU HIJA

Actualmente, Aleixandra está ingresada en el Hospital General de Ciudad Real, que tiene una de las dos unidades especializadas que hay en Castilla-La Mancha y su madre va todos los fines de semana a verla. «Duermo en un hotel y no puedo permitírmelo», explica.

Además, Patricia tiene otro hijo tres años menor que Aleixandra. Ya tiene 17 años pero, según explica la madre, no ha podido hacerse cargo de él en muchas ocasiones desde que su hija se puso enferma. Esta ausencia ha repercutido en la salud mental del menor, que le ha escrito una canción a su hermana explicando en qué consiste la anorexia y animándola a seguir luchando.

«Yo estoy sola, somos una familia monoparental y no he podido compaginar estar en el hospital con mi hija intercaladamente durante ocho años, cuidar a mi hijo como me habría gustado y trabajar», lamenta.

 

#TRATEMOSLAANOREXIA

Estas son las razones por las que esta madre ha abierto en el mes de abril una recogida de firmas en change.org pidiendo que haya Unidades Especializadas en Trastornos de la Conducta Alimentaria en todas las comunidades autónomas y en especial en la suya, Andalucía.

En ella explica el calvario por el que ha pasado su hija desde los 13 hasta los 21 años por la falta de tratamiento especializado integral y de disposición de servicios públicos de calidad en la comunidad andaluza. La petición a la Junta de Andalucía y al Ministerio de Sanidad ya cuenta con más de 270.000 firmas.

Patricia duda de que su hija vaya a poder superar la enfermedad. Aleixandra tiene osteoporosis desde hace años, no ha tenido nunca la menstruación y, como consecuencia, tiene síntomas de menopausia. Además, el estómago lo tiene dañado y rechaza la ingesta de alimentos y agua. Pero, según esta madre, lo más difícil de superar es que su hija ha vivido toda su adolescencia con esta enfermedad y «no conoce otra forma de vida», se ha convertido en una compañera y en una identidad.

A pesar de todo, Patricia asegura que lo que le da fuerzas para seguir adelante es recordar a su hija jugando cuando era pequeña y tener la certeza de que, con los tratamientos adecuados, la enfermedad sí tiene cura.

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