En la madrugada del miércoles, oí la lluvia golpear en la ventana. Lluvia que hace nacer la hierba y enverdecer los campos manchegos.
Sentí paz, bienestar, emociones…
Mis sentimientos se volvieron en mi contra, cuando al levantarme me topé con una noticia que me devolvía de golpe a la realidad que me tocaba vivir ese día. Belinda había fallecido.
La lluvia que me traía recuerdos y emociones, no era otra cosa que lágrimas.
Llanto de todos los que tuvimos la suerte de conocer a una gran mujer. Una mujer que en el momento de su mayor plenitud, nos tenía que abandonar apresuradamente.
Como otras muchas personas he tenido la suerte de conocer, de disfrutar y de aprender de Belinda López Gallego. Nuestro camino se cruzó por casualidad. Y me quede impresionado por cómo los grandes, GRANDES con mayúsculas, encaran las pruebas más difíciles.
Belinda era alguien con un magnetismo especial, que transmitía luz, ilusión, esfuerzo, superación, ganas de luchar, ganas de vivir. En una palabra, dignidad.
Belinda te enseñaba a soñar. A ver más allá de lo que pueden ver un par de ojos.
Y moja la lluvia. Y cala. Y las lágrimas cuando empapan no son lágrimas sino agua que da vida, que saca flores.
Se nos ha ido una flor.
Pero el agua ha hecho que nazcas en nuestros corazones.
Hasta siempre Belinda.
“Desde que te perdí,
La luz se ha puesto muy mojada
Mi Mirada triste está nublada
Y en mis ojos no ha parado de llover”.
Daniel Collado Collado
Director Gerente de Plena inclusión Castilla-La Mancha