Víctor M. Ferrandis, el apicultor de Tomelloso “que susurra a las abejas”

En el último número de la revista “Vida Apícola”, revista de Apicultura más leída por los profesionales en España y América Latina, se recoge la labor y trayectoria profesional de un apicultor de la localidad, Víctor M. Ferrandis, que ha sabido recoger el legado de tres generaciones de apicultores y adaptarse a las condiciones del siglo XXI para este sector.

A lo largo de una extensa entrevista desgrana lo que han sido sus últimos 25 años dedicados a esta actividad que ya realizaban egipcios y griegos, tan necesaria para el desarrollo sostenible como tan poco reconocida.

Hoy en día la sociedad busca un producto de calidad, sano y que no esté sometido a modificaciones derivadas de los “tratamientos industriales”. En este sentido, la miel recolectada de manera tradicional, como lo hace la familia Ferrandis, constituye un producto referente dentro de la ecología y cuya actividad convive respetando el Medioambiente íntegramente.

Pero por desgracia, existe un completo desconocimiento y desprotección hacia las abejas y la apicultura en general, tanto desde el punto de vista de las instituciones como por parte del consumidor. ¿Conocemos la importancia de la “polinización”? ¿Por qué se está produciendo el alarmante descenso en el número de abejas en el planeta? ¿Sabemos realmente los “componentes adicionales” que lleva la miel que compramos en las grandes superficies?

Estas preguntas y dudas, tienen respuesta en las diferentes ediciones de la mencionada revista Vida Apícola y de manera más directa a través de la labor que realiza Víctor M. Ferrandis.

A continuación reproducimos el reportaje y entrevista:


Tomelloso, al NE de la provincia de Ciudad Real y en el corazón geográfico de la meseta manchega, con sus cerca de 37.000 habitantes y ocupando un término de 241,82 km2, es uno de los municipios más influyentes de la Comunidad Castellano-manchega, por sus múltiples atractivos culturales, riqueza artesanal y emblemáticos productos (vinos, quesos, melones, etc.), y desde hace unas décadas, también por su preciada miel, elaborada por las abejas de Víctor Manuel Ferrándis, a quien visitamos en su centro apícola, y también le acompañamos a algunas de sus colmenas, fruto de ese agradable encuentro es este trabajo.

Hacía muchos años que no visitaba Tomelloso; la última vez fue en la primavera de 1991, en ocasión de la protagonizar la lectura del pregón de la inauguración de la bodega “Vinícola de Tomelloso”. En esta ocasión ha sido una conferencia sobre los templarios en el singular escenario de la “Posada de los Portales”, monumental edificio de esta población, construido en 1778, en la Plaza de España, en cuyo legendario mesón confluían las dos importantes rutas de la Mesta: la Cañada Real conquense, utilizada por el ganado trashumante para desplazarse hacia los valles de La Alcudia (Valencia) y Los Pedroches (Córdoba) desde las tierras de Cuenca, y el Camino Real, que comunicaba Toledo con Murcia.

Tomelloso no es, sin embargo, una población muy antigua; la primera referencia al paraje “Los Tomellosos” se remonta al año 1494, por una visita de la Orden Militar de Santiago a Socuéllamos. Como núcleo de población se fundó en 1531, dependiendo durante dos siglos de la vecina Socuéllamos, hasta que en 1764 el monarca Carlos III le concedió el título de villa y su independencia definitiva. Y en 1927, en tiempos de Alfonso XIII recibió el título de Ciudad. Desde entonces, a diferencia de otras poblaciones manchegas, no ha cesado de crecer, convirtiéndose en uno de los núcleos más productivos de nuestro país (el mayor productor de alcoholes vínicos del mundo, albergar la mayor cooperativa vitivinícola del planeta), entre otros muchos atractivos económicos.

El pueblo, que se extiende en trazado regular, desde el centro, formado por la fotogénica Plaza de España, es el epicentro de una extensa llanura, limitada al norte por la Sierra de Campo de Criptana (cerro de San Antón), y al sur y SE por las ondulaciones conocidas como “el monte”. El río Guadiana bordea el término municipal por el sur y el oeste, procedente de las lagunas de Ruidera.

Tres generaciones de apicultores

Víctor M. Ferrandis, el apicultor de Tomelloso “que susurra a las abejas”

Víctor Manuel Ferrándis, nacido en Tomelloso en 1970, es la tercera generación de una familia de apicultores. Su abuelo, Marcelino Ferrándis, que residía en una zona valenciana muy relacionada con el mundo rural, le llamó pronto el interés por las abejas. “Era una persona muy meticulosa y respetuosa con el medio natural; le gustaba observar el comportamiento de las abejas; mimaba a las abejas, movía el cepillo con sutileza e incluso les hablaba”, comenta con especial emoción Víctor, al recordar a su abuelo.

Su hijo, Manuel Ferrándis, recogió su sabiduría; incluso llegó a estudiar y analizar de forma más científica a las abejas; además, diseñó sus propias colmenas, porque pensó que las existentes eran estrechas y las abejas podían pasar frío. Manuel se trasladó a Tomelloso en los años 60 del siglo veinte; era profesor de enología, y en esta población manchega encontró una buena oportunidad de negocio. Comenzó con unas 50 colmenas, y practicó la trashumancia; su esposa también participaba en las extracciones de miel.

Víctor M. Ferrandis, el apicultor de Tomelloso “que susurra a las abejas”

Pero, a consecuencia de un terrible accidente de tráfico, Manuel falleció mientras conducía el camión apícola, y Víctor Manuel, su hijo, no dudó en tomar las riendas de la empresa siendo muy joven. “Mi padre me decía: para ganarme un sueldo y vivir no hace falta tener muchas colmenas”, recuerda con cierta emoción Víctor Manuel.

Fue en 1994, cuando Víctor Manuel tomó la responsabilidad del negocio, al terminar el servicio militar; en su mente, tenía bien presentes los consejos de sus antecesores, y aprendiendo en el día a día. En aquella época no había tradición apícola en esta zona de Castilla-La Mancha, al ser tierra esencialmente de viñedos. Al principio también contó con la colaboración de su hermano, David, pero éste no tardó en trasladarse a Ibiza, en cuya isla mantiene su actividad apícola.

Torre de Gazate Airén

Víctor Manuel, con su célebre miel artesana “Ferrándis”, mientras tanto, se ha convertido en uno de los apicultores de referencia de la región castellano-manchega; recoge miel de romero, de mil flores y de tomillo, y en un futuro próximo también va a trabajar la miel de retama. Tomelloso es también tierra de olivos, y a este legendario árbol le va bien la polinización. En los meses de abril y mayo es cuando lleva a cabo la recolección de la miel, por el clima, pero este año se ha retrasado la floración del romero en esta zona de Castilla-La Mancha. “Al sacarle la miel, obligamos a las abejas a que intensifiquen su actividad, para seguir almacenando. La abeja es el mejor polinizador natural”, nos comenta Víctor Manuel, mientras atiende un pedido de miel de una tienda de delicatessem de Madrid.

Este apicultor cuenta actualmente con 500 colmenas -cada una de sus colmenas contiene cerca de 60.000 abejas-, repartidas por diferentes lugares de la región manchega, y un centro de producción localizado en Tomelloso. Las láminas de cera les llegan de la Cooperativa de Ayora, en Valencia.

Víctor M. Ferrandis, el apicultor de Tomelloso “que susurra a las abejas”

Mientras nos dirigimos con él a uno de sus colmenares, mantenemos la siguiente conversación:

P.- ¿Qué problemas tiene actualmente con sus colmenas?

R.- “El jabalí de esta zona no suele destrozar colmenas; los animales conviven en plena armonía; yo he visto en un bebedero de caza coincidir bebiendo perdices y abejas”.

P.- ¿Cómo lleva a cabo la trashumancia?

R.- “La trashumancia suelo hacerla siguiendo las condiciones climatológicas; las abejas se cogen de noche, con el mayor mimo para que no sufran ninguna baja, porque al caer el sol se recogen, y con las luces del amanecer comienza el trajín de las obreras. Estoy observando que las reinas actuales están más castigadas y viven menos, a consecuencia de la falta de nutrientes, de la sequía, del cambio climatológico, el medio ambiente…”.

P.- ¿Háblenos de la varroa?

R.- “Respecto a la varroa, considero que es un problema grave que podría resolverse simplemente con que el Ministerio de Agricultura, en colaboración con los diferentes organismos regionales, comarcales y locales, al establecer en una fecha concreta, en un período corto de días, bajaría notablemente esta pesadilla, tanto para las abejas como para los apicultores. La varroa es como una mochila que se instala sobre dorso de la abeja y la va debilitando. Aquel producto que era muy efectivo contra la varroa, llamado comercialmente ‘supona’, que sigue existiendo, aunque difícil de localizar, debería de volverse a utilizar”.

P.- ¿Y el almendro?

R.- “Respecto al almendro, se trata de la primera floración de la primavera; a la abeja le llama mucho la atención esta flor, al tratarse de la primera de la campaña. Esta flor es más grande que otras, lo que representa todo un atractivo visual, además de la necesidad de alimentarse de las abejas, atraídas por el néctar de esta flor rosada”.

P.- ¿Cómo valora nuestras abejas?

R.- “Los franceses están comprando muchas abejas ibéricas, por sus condiciones naturales de resistencia. Según ellos, nuestras abejas pueden resistir mejor el ataque de la avispa asiática, que tanto daño está causando en Francia y gran parte del continente”.

P.- ¿Qué problemas y soluciones ve en la apicultura de nuestros días?

R.- “Los apicultores hispanos tenemos muchos problemas para defender a nuestras queridas abejas y la falta de unión entre nosotros. Considero que es esencial la creación de un Consejo Regulador que, como sucede con el vino, el aceite o los quesos, defendiera nuestros derechos como apicultores”.

P.- ¿Qué objetivos tiene en mente?

R.- “A medio plano necesito una envasadora; también estoy soñando con la creación de un museo, inexistente en la comarca, dedicado a la cultura de la abeja, para el cual ya tengo el espacio reservado, y que, una vez creado, me pondré en contacto con Vida Apícola para que lo conozcáis”.

Sin darnos cuenta, tras un recorrido entre viñedos, olivos y un manto de plantas aromáticas que se perdía en el infinito manchego, llegamos al colmenar. Lo primero que hizo Víctor Manuel fue dejar el coche de todo terreno aparcado a una distancia adecuada de las abejas, para no violentarlas con ningún ruido, y, una vez ataviados con el traje protector, nos acercamos siguiendo un sendero rodeado de gamones (planta aromáticas muy apreciadas por las abejas, esbeltas con flor blanca y el tallo espigado) e innumerables macizos de romero y tomillo. El aire que respirábamos no podía ser más aromático, en todos los sentidos. Las colmenas, un total de 150 habitáculos, estaban ya muy cerca, pero antes, a mano izquierda, a la sombra de un viejo roble, nos llamó la atención el bebedero que el apicultor había creado allí, para satisfacer la sed de las abejitas; el agua no se veía, porque sobre su superficie había infinidad de arlitas (piedrecitas porosas que permiten que se posen sobre ellas las abejas, para que no se ahoguen mientras beben el líquido elemento, tan necesario en tierras con un sol tan fuerte como la Mancha).

Al llegar a las colmenas, nos llamó la atención que Víctor Manuel les hablara con el mayor cariño. Pocas veces había visto una relación tan estrecha entre un apicultor y sus abejas, lo cual es de ponderar. No es nada extraño que su miel, que, además de la Cooperativa de Tomelloso, se venda en las mejores tiendas de alimentos de gourmet y delicatessem de Madrid y Alicante. Nos despedimos de este apicultor con un recuerdo como si lo hubiésemos conocido de toda la vida, deseándole los mayores éxitos y que sus sueños se hagan pronto realidad.




1 COMENTARIO

  1. Por o a poco se va dando a conocer más este sector, y cada vez uno encuentra más tiendas especializadas o herbolarios donde se da a conocer el sector apícola y los beneficios de la miel

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