Sonó el móvil, la alarma para levantarse, son las 4:00 AM, el día ha llegado, llevo pensando en este momento desde hace un año, en el momento en que me bajé de la bici para abandonar en el Ironman de Niza, ese día las condiciones no eran las apropiadas.
Un año más tarde, nos enfrentamos ante un nuevo reto, una nueva ciudad, pero la misma distancia, con los deberes hechos a lo largo del año, no un entrenamiento desde el punto de vista del atleta, sino más desde mi faceta como instructor, donde el trabajo se ha caracterizado por mucho deporte, siempre en esa zona aeróbica.
Desayunando, lo poco que puede entrar en el cuerpo a esas horas y con los nervios por delante, seguimos planteando mentalmente cómo realizar la prueba. El viernes un comunicado desde la Organización Ironman, nos informa que el sector de la natación en los lagos Binnen y AuBensalter ha sido suspendido. Una plaga de algas azules debido a las altas temperaturas hace que las aguas no tengan la calidad suficiente para la práctica del baño y se sustituye por 6 km de carrera a pie.
Nos dirigimos a la salida, acompañado por Ramoni y Raquel, que son ese apoyo que no se ve, pero que se siente durante todo el año. Aún oscuro el cielo, empieza a amanecer mientras llegamos a la salida, en el muelle de Jungfemstieg, el corazón de la ciudad alemana, último vistazo a la zona de boxes. Todo preparado.
Comienza el IRONMAN HAMBURG, salen los profesionales masculinos, luego las femeninas y en tercer lugar mediante el sistema de “Rolling Swin Start”, los grupos de edad, donde los atletas van tomando la salida en grupos de cinco corredores cada diez segundos. El dilema para empezar: ¿Cómo he de correr; cómo si fuera una carrera a pie, con un ritmo más o menos alegre o con calma?, pensando en los dos sectores que quedan por delante la contrarreloj de 180 km y el maratón de carrera a pie. Decido empezar con calma, guardando las fuerzas para ir desprendiéndome de ellas poco a poco. Las piernas agarrotadas, ¿serán los nervios? Una salida donde es un placer para los corredores, ya que te permite empezar más individualmente y con la mente puesta en el trabajo que queda.
Veintiocho minutos más tarde estoy en la T1, que es conocida como la transición más larga del planeta en el Triatlon Mundial Hamburg. Cambiamos las zapatillas, me pongo el casco, una parada a los servicios y a por la bici, línea de montaje y comenzamos el segundo sector. El recorrido en bicicleta de 180 km en dos vueltas conduciéndonos hacia el sur, hacia el puerto, pasando por el conocida Hamburg GroBmarkt y hacia la idílica región de Vier-undMarschlande.
Dos vueltas a realizar y, mentalmente, el circuito partido en muchas más batallas pequeñas para ganar una guerra. Los primeros cuarenta kilómetros aproximadamente en línea recta, con algo de aire de cara y zonas de pavés. Para estar distraído entre pedaleada y pedaleada, me limitaba a beber cada cinco kilómetros y a comer de las barritas que llevaba cada diez, miradas y miradas al terrero, de película, unos chalets con sus zonas verdes… La primera vuelta fue mejor de lo esperado, y a repetir otra vez. La segunda vuelta fue algo más lenta, varios factores influyeron. El primero me enfrentaba a una distancia fuera de mis alcances, aparece el cansancio y el viento de cara es más fuerte que en la primera vuelta. Seguimos con la misma ilusión que al principio, sumamos y restamos, sumamos kilómetros, restamos los que quedan para terminar, sumamos ciclistas que adelantamos y restamos los que me superan, que suelen ser mayor en el número.
Llego a la T2, y 5:30’ después estamos dejando la bici y cambiándonos para el último segmento, esos 42 km. Paro de nuevo para ir al servicio y, luego, pienso durante el transcurso de los segmentos que queremos avanzar lo más rápido posible, pero en las transiciones nos relajamos. Es el momento de desconectar mentalmente y volver a conectar. ¡A por ese último sector! El recorrido final de 42.2 km consiste en cuatro vueltas a lo largo del lago Alster en el centro de la ciudad, abarcando la vasta costa, antes de culminar en el famoso Rathausmark, la plaza del mercado del Ayuntamiento donde se encuentra la línea de meta.
Ya estamos corriendo. Son las dos del mediodía, desde las siete y algo que empezamos, el sol ya se encuentra en lo más alto y empieza a descender. De las cuatro vueltas, en cada una fueron sensaciones distintas.
Primera vuelta, empezamos paso a paso, controlando el ritmo, las piernas se quieren adelantar a la mente, aprovechamos que, pese a una temperatura de 27 grados, corremos a lo largo de un parque con multitud de zonas de sombra. Es la vuelta más rápida. No llego a la hora de carrera.
Segunda vuelta buscando el ecuador de la distancia, aquí ya cojo el ritmo pensado durante todo el año, termino con el tiempo de una hora, y pienso que estoy a dos horas de volver a ser Ironman, ese pensamiento hace que se haga corta.
Tercera vuelta; la más difícil, aunque eran todas iguales. Me encuentro más cansado, pero con mi mente despierta y como siempre os digo, “la sonrisa marca el ritmo que tengo que llevar”, los avituallamientos los hago más lentos, aprovecho a beber y a comer algo más calmado, la tercera vuelta es esa que ni se termina y es la que te lleva a las puertas del final. Fue mi vuelta más lenta; creo que tardé sobre una hora y diez minutos.
Cruzo el arco de salida y vamos a por esa última vuelta. Ya tengo tres coleteros, me falta uno, avituallamiento y pienso, “estoy cansado”. Las sensaciones son las mismas tanto si voy andando como corriendo y, de nuevo, el poder de la mente, me hace volver correr, las sensaciones son de que estoy entero y me lo creo. Volvemos a reducir el tiempo en el avituallamiento, y en los últimos, de hecho, solo me refresco con las esponjas.
Extiendo la mano, me ponen el coletero rojo, ya llevaba el amarillo, verde y azul, quinientos metros de callejeo y directo a meta. El momento de emocionarse, de ver mucha gente y no ver a nadie, de recordarse a las personas que están contigo todo el año, los compañeros y compañeras de entrenamiento y carreras, de alumnos y alumnas, de las que están en la meta, Ramoni y Raquel, con el móvil en mano más emocionadas que incluso yo, y de otros familiares que no te han podido acompañar y de uno en especial que me falta desde hace un año y que no olvido cada día.
Extiendo los brazos. Aemouts Bart llegó el primero con siete horas y yo con un tiempo de 10:29’01”, también me siento ganador. Como todos los que logran cruzar esa línea de meta, que tienen como objetivo simplemente terminar y poder contarlo.