La “rompehuesos”. Nunca un nombre hizo tanto honor a una etapa de una ruta. Los preregrinos avanzaban confiados tras los 32 kilómetros recorridos ayer, pero esta parte de la etapa se ha ganado ese nombre por algo. El inicio de la ruta con un descenso de dos kilómetros en los que nuestros protagonistas parecían kamikazes por la velocidad de su andadura. Tras un periodo en el que la ayuda de la gravedad se agradecía a la subida, se interponía por los siguientes kilómetros de subida continua con pendientes que parecían estar en perpendicular con el suelo.
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Hará frio, pero 12 grados tras ese desgaste físico, en que las rodillas están machacadas y la musculatura más que magullada, nuestro grupo empieza a quitarse capas de ropa, y paran a reponer fuerzas, pues son bien necesarias para continuar. Pero el agotamiento solo se hizo de notar en el momento en el que pararon a descansar. La fe en ellos mismos les ayuda a recuperarse. Si ayer fueron seis horas y 32 kilómetros, hoy se puede con eso y con más-
“Vamos, que ya hemos llegado”, distracciones, cantos, juegos,… lo que sea para que la mente este distraída y no se piense en el dolor físico que va en aumento.
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Las cocineras y el pinche del Albergue se han ganado un lugar en el corazón de nuestros peregrinos. Y de otros pueblos cercanos llegan peregrinos, de Alcázar de San Juan y Campo de Criptana.
El padre Antonio López vuelve a participar en la misa del Peregrino, y el cura que ofició la misa invita a todos a acercarse a todos y decir de donde vienen: Tomelloso, Colombia, Panamá, Londres, Perú,… La música se hizo presente, pues otro grupo de peregrinos del Coro de la Real en el Escorial, deleitaron a los tomelloseros con un Ave María
El final se hace patente. Mañana es la última parte del camino, se levantaran al alba. Es el último día, hay que dar lo mejor de sí.
