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domingo, 17 noviembre
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No es no y si no digo sí, también es no

Como muchísimas mujeres, yo también he ido por la calle y he tenido que acelerar el paso, con miedo, mirando hacia atrás, apretando las llaves de casa con fuerza, por si el tipo que me seguía me alcanzaba. No sólo no me alcanzó sino que me rebasó, me adelantó, por lo que mi cuerpo se relajó y fue entonces cuando cometí el error: abrí la puerta de mi edificio y entré corriendo. No debí hacerlo, debí empujar la puerta para cerrarla y así no permitir que el tipo se diera la vuelta y se colara por la pequeña rendija que quedó antes de que se cerrase del todo. Mi segundo error fue responder a su pregunta de si había portero. Cuando me di cuenta, él tenía su pene fuera y, sin saber muy bien cómo, yo ya estaba casi en el segundo piso mientras le gritaba que iba a llamar a la policía. Tuve suerte, mucha suerte. Decidió irse. Después de esa experiencia aterradora, estuve varios años atemorizada, con el miedo en el cuerpo cada vez que hacía el mismo trayecto sola, bajaba la calle, abría la puerta y subía las escaleras hasta mi casa. Un día tras otro con el miedo, la desazón, la desconfianza… Hoy todavía me estremezco si voy sola. Ese miedo jamás se pierde. Fui a denunciar, pero no sirvió de nada. No tenía datos, no había pasado nada, no me quedé con su cara… Si hoy me pasara lo mismo pero con mal final, después de la sentencia de La Manada, me plantearía denunciar.

Entiendo perfectamente a la víctima y soy capaz de ponerme en su lugar. Después de una cosa así, tienes que disimular, hacer como que nada te ha pasado para que nadie de tu entorno sepa que la violada has sido tú y, encima, eso se vuelve en tu contra. No se opuso, porque se vio envuelta en un ambiente y en una situación que no pudo evitar. No dijo no ni ofreció resistencia, sólo se dejó hacer, por miedo. Dentro de un año, sus violadores podrán salir a la calle con permisos. Ella estará marcada de por vida.

Un grupo de cinco tíos que cada vez que salen de marcha lo hacen con la intención de violar entre todos a una presa, de ahí su nombre. Si no pueden con ella, tiran por la vía fácil, la de drogarla, para luego mofarse de ella y compartirlo con el resto de gentuza que les aplaude y les ríe la hazaña. Cuatro de esos tíos están esperando otro juicio por casi lo mismo, pero sin penetración y con droga.

Cinco hijos de sus madres, hermanos de sus hermanas, nietos de sus abuelas e, incluso alguno, novio de sus novias. Cinco tíos que son una vergüenza para las mujeres en particular y para el mundo en general. Cinco tíos que tienen por norma divertirse de esa manera son bazofia y escoria humana.

La sentencia está ahí, nada que añadir ni que decir. Es correcta según todos los juristas, abogados y especialistas. Los hechos probados sí creen la versión de la víctima, reconocen la violación, pero no como agresión sino como abuso. El problema no está en la sentencia ni en la interpretación que hacen los jueces de la ley, sino en el digo Penal. En España sale muy barato hacer daño y ser malo y esto tendría que cambiar.

Hace unos días salió de prisión Gregorio Cano, “el violador de la Verneda”, tras cumplir 27 años de condena por 17 agresiones sexuales. Este violador múltiple no está rehabilitado y su riesgo de incidencia es elevado. Se sabe, es evidente y se le deja en libertad porque así lo permite la ley. Mujeres, echémonos a temblar porque  esto no ha acabado y no acabará nunca si no se toman medidas y se cambia el Código Penal.

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