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martes, 12 noviembre
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ETA, ni olvido ni perdono, por Rosana Güiza

Los de mi generación hemos vivido con miedo a ETA. Caminar por Madrid o por cualquier ciudad de España después de un atentado hacía que nuestros cuerpos se estremecieran y sintieran temor. Saber que hacía un mes habías pasado por un lugar donde ETA cometió un asesinato después, estrujaba nuestros sentimientos. Escuchar una estruendo en Madrid, cerca de Goya en el año 2001, que resultó ser un coche bomba, más que dar miedo, daba algo peor.

Desde que tengo uso de razón he vivido con miedo y rabia en mi país por culpa de ETA. Las nuevas generaciones no tienen ni idea del sufrimiento que causó esta banda terrorista. Un sufrimiento que no tiene perdón. Ni las víctimas directas ni las indirectas podemos perdonar tanto horror, sin razón y sin piedad que causaron esos desalmados. Ahora que ya no son nadie y nada queda de ellos, ahora piden perdón, pero un perdón selectivo, sólo a aquellas víctimas que no tuvieron culpa en el conflicto. A los demás, -policías, guardias civiles, políticos y militares,- esos que se pudran y bien matados están, ¿no? Hay que ser muy cobarde para diferenciar entre víctimas, igual de cobarde que para pegar tiros por la espalda y poner bombas en lo que ellos denominaban “conflicto” o “lucha armada”. Un conflicto sin respuesta y una lucha armada unilateral, de sólo una parte, donde unos apretaban gatillos y otros ponían sus nucas. En ese tipo de relación no hubo jamás ni lucha ni conflicto. Hubo sólo verdugos de personas, asesinos de gente inocente, todos inocentes, no unos cuantos. Ningún policía, político, militar o guardia civil tenían culpa de que unos asesinos quisieran la independencia de un territorio así porque sí. Como tampoco la tenían los civiles a los que asesinaron. Por eso no hay perdón posible, con o sin arrepentimiento, porque a los que tienen que pedírselo, están criando malvas y los que viven han tenido que perdonar a la fuerza para poder seguir viviendo con dignidad.

Los obispos implicados también han pedido perdón por haber sido cómplices de la banda terrorista. Además de perdón, también piden que sean atendidas las peticiones de los familiares de los presos de ETA. Es entonces cuando el alma se me retuerce y dejo de creer en la Iglesia. En el pasado fueron cómplices y no pensaron en las familias de las víctimas. Hoy piden perdón y piensan en las familias de los verdugos. Me dan ganas de vomitar porque, a día de hoy, esas familias pueden visitar a sus parientes asesinos en la cárcel, cosa que no pueden hacer las familias de los que ellos mataron porque están bajo tierra convertidos en polvo.

Una vez más ETA y su entorno consigue crear esa sensación de asco, rabia y dolor, pero con una diferencia: ahora podemos reír porque sabemos que están acabados y humillados, porque no son nadie y la Democracia y España ha acabado con ellos.

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