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martes, 12 noviembre
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Esos sudorosos malolientes que nos rodean

¿Quién no se ha encontrado a lo largo de su vida con un sudoroso maloliente? Afortunado es quien no haya “gozado” de su presencia. Los que tenemos la desgracia de sufrirlos sabemos muy bien lo que es y lo que implica. El sudoroso maloliente está extendido por toda la geografía y en todos los ámbitos, sin distinción alguna. Los hay que inundan con su olor a sobaco, –no podría decir axila porque una axila no huele, un sobaco, sí-, estancias de cualquier tipo. Por ejemplo, de buena mañana, en el Metro, un sudoroso maloliente tendría que ir limpio e inodoro; pero no, él huele, destila ese olor a rancio apestoso de un sobaco sucio, -y de alguna parte baja-, que además de no haber sido lavado, probablemente lleve encima ropa usada varias veces. Últimamente noto además que, esta especie sobaquera incluso se deja sentir en plena calle y, ni si quiera el aire impide que su pestilente olor inunde nuestra pituitaria.

El problema del sudoroso maloliente va más allá de cruzártelo por la calle o encontrártelo en el Metro. El problema se agrava cuando lo tienes que aguantar a diario, sin opción, sin más remedio. Hay quien no lo disimula y no le importa llevar la chaqueta llena de caspa, un lamparón en una zona estratégica del pantalón, el pelo a lo “lamido de vaca” o las uñas como si hubiera estado haciendo picón. No falla; todos los que conozco lucen los mismos signos delatores, ineludibles señales de que olerá sí o sí cuando te acerques. Unos por descuido, por dejadez o, también los hay que saben que tienen esa desgracia. Estos últimos intentan de muchas maneras evitar su problema así que, ellos no están dentro de mis sudorosos malolientes. Dentro están los que, sabiéndolo, pasan de asearse, los que no han visto un jabón más que en los anuncios de la tele, los que esquivan una gota de agua y su cuerpo directamente la repele.

Estos tipos inundan sin temor espacios comunes pero deberían estar encerrados todos juntos para ver si así se dan cuenta del olor que desprenden; añadir “y así mueren asfixiados por su propio olor” sería demasiado fuerte. También es curioso como ninguno de ellos se da por aludido ante comentarios del tipo “aquí huele a rata muerta”, “huele a muerto pero está muy vivo”, “hoy a alguien se le ha olvidado frotarse con el estropajo”, etc. Es más, ellos entran al trapo de las conversaciones y también se ofenden por ese olor que supuestamente desprende alguien que no es él y añaden comentarios jocosos a los que exponen los demás. Irrisorio por no decir desquiciante. Por cierto, antes de acabar y decir que así transcurre la vida, entre sudorosos malolientes, quiero aclarar que, aunque escrito en masculino, por eso de la generalidad, también están incluidas en esta opinión las féminas, que las hay malolientes, y bastantes.

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