Parece que violar en grupo a una mujer se ha puesto de moda. Leo en los periódicos noticias relacionadas con agresiones o abusos sexuales parecidos a los de La Manada y me horroriza pensar que algo tan atroz se pueda convertir en un patrón a imitar por gentuza que se enaltece con sus viles actos como ejemplo de hombre, de ser masculino, de macho dominante.
En Alicante, tres hombres argelinos fueron detenidos por agredir sexualmente a una joven. Cuando leí la notica, todavía se buscaba a un cuarto implicado. También en Alicante se detuvieron a nueve hombres por agredir sexualmente a tres menores. En abril, ingresaron en prisión dos hombres que habían sido detenidos por la agresión sexual en grupo a una menor en Jaén. Justo ayer, fueron detenidos cuatro hombres por participar en una agresión sexual en Gran Canaria. Se hacían llamar La nueva Manada. Todas estas repugnantes noticias llenan pequeños espacios en los periódicos, en la sección de sucesos, pero no trascienden más allá de la pantalla de nuestra tablet o móvil, no como lo hace La Manada. ¿Por qué unos violadores son más importantes que otros?, ¿por qué unos casos traspasan y venden más que otros siendo igual de denigrantes? Jamás lo sabremos, aunque me atrevo a afirmar que la culpa es de los medios de comunicación. Sea como sea, unos violadores han puesto de moda, para los que no tienen más de dos dedos de frente, que esto de ir agrediendo sexualmente a las mujeres, mola.
Pues no, no mola, aunque la justicia los deje en libertad provisional, a las mujeres no nos mola que estos desgraciados campen a sus anchas, yendo a firmar los días correspondientes con la cara descubierta, desafiantes, altivos, como si fueran inocentes. La justicia les ha prohibido a estos malnacidos que entren en la Comunidad de Madrid. Otro error más: en lugar de prohibirles acercarse a la víctima a cien kilómetros, la condenan a ella a estar encerrada en su ciudad. Otra prueba más de que la justicia ni es sabia ni es justa en algunos casos.
Su entorno femenino les defiende, dan la cara por ellos; madres, hermanas, parejas y amigas. Ellas, que deberían reprocharles y rechazarlos por esa manera de divertirse; salir a cazar mujeres en grupo, aprovechar la embriaguez para violarlas, drogarlas, meterlas en un coche y manosearlas. Esas mujeres deberían sentir el mismo asco que hemos sentido todas las demás al leer las conversaciones de WhatsApp y ver el vídeo de la víctima de Pozoblanco. Pero no, ellas les apoyan y creen en ellos. Por muy familia mía que fueran, rechazaría y condenaría completamente las repugnantes y vomitivas intenciones y actos que realizan estos tíos con las mujeres. Ojalá nunca otra manada haga con ninguna de ellas lo que ellos han hecho a otras mujeres. Ojalá nunca otra manada hable de ellas como ellos hablan y tratan al resto de mujeres. Por cierto, se rumorea que algún medio de comunicación podría entrevistarles, por supuesto, pasando por caja para sacar tajada. Ojalá ningún medio caiga tan bajo como para dar voz a esta escoria humana.