Un brigada de Membrilla en la Base del Ejercito de Tierra en la Antartida

La Campaña Antártica del Ejército de Tierra en la Base Gabriel de Castilla, que este año ha llegado a su 31 edición, y que podría recibir en las próximas semanas –y por vez primera– la visita de un titular de Defensa, en este caso María Dolores Cospedal, según algunas fuentes militares, ha alcanzado ya la cifra récord de apadrinamiento de 198.000 pingüinos frente a los 15.000 logrados en la campaña anterior.

Una campaña a la que se suma también la solidaridad ya que al apadrinar un pingüino y sus crías, se colabora con el Reto de 5.000 pingüinos contra el cáncer puesto en marcha por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), en el que si se alcanzaba esa cifra, una entidad colaboradora contribuirá a la causa con un donativo que se sumará al que están haciendo particulares y que ya suma 9.658 euros gracias a 801 donantes que han querido ayudar a la investigación de la enfermedad.

El brigada ciudadrealeño, que tras años solicitando participar lo ha conseguido este ejercicio por primera vez y el próximo año repetirá, ha detallado que desde el 1 de enero están en la base de Isla Decepción 13 militares españoles entre los que se encuentran el jefe de campaña, el jefe de logística, un profesional del área de Medio Ambiente y Bromatología, un médico, un experto en movimiento y navegación, dos expertos en satélites, dos especialistas en motores, dos especialistas en instalaciones y dos cocineros.

«Nuestro trabajo fundamental, que responde al compromiso de mantener la presencia de España en el territorio antártico recogido en el Tratado Antártico y sus protocolos, es prestar apoyo logístico en las labores de investigación científica realizadas en la Isla Decepción y en aquellos otros lugares del territorio antártico que se determinen», ha indicado, añadiendo que a ello se suma la colaboración en la protección del medio ambiente.

UN DÍA EN LA GABRIEL DE CASTILLA

Según detalla el brigada, un día en la base comienza temprano y a las 8.15 ya están todos desayunando juntos para ponerse a disposición de lo que les soliciten los científicos, aunque cada uno trabaja en el área en la que está especializado, que en su caso es el mantenimiento de todos los vehículos que existen en la base. Además, a veces los científicos les piden que hagan realidad en el taller «algunos de los inventos que se les ocurren».

Este militar –que reconoce haber visto cosas muy duras en otras misiones en la que se le ha desplegado desde 1994 como el Líbano, Afganistán o la guerra de Bosnia– ha explicado que su jornada laboral se centra, en gran medida, en revisar y comprobar el correcto funcionamiento de grupos electrógenos, motores de las embarcaciones, manipuladores telescópicos, carritos de transporte de material y quad, «aunque al final todos valemos para todo».

Tras la comida regresan al trabajo, que durante los primeros días «se prolongaba hasta la madrugada», ya que allí es de día las 24 horas. Sin embargo, los militares desplegados se acostumbran «rápido» a las condiciones climatológicas, según el brigada Jiménez, a lo que se añade que «la base está muy bien preparada para posibilitar una vida lo más agradable posible y, por ejemplo, los módulos tienen persianas que impiden la entrada total de luz por la noche».

FINAL DE LA CAMPAÑA

Dentro de 9 días, los científicos que han estado trabajando durante el verano austral en la Antártida –entre los que figura otro castellano-manchego, en este caso del Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía del departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cádiz, Amós de Gil, que es natural de La Roda (Albacete)– concluirá su campaña y sólo quedarán los militares.

Así, los 13 integrantes del Ejército de Tierra que se encuentran en la base Gabriel de Castilla serán los encargados de replegar y guardar todo el material porque hasta que llegue la próxima campaña –en diciembre de 2018, porque este año se retrasó ligeramente– todo se cubre de hielo hasta el punto de que la base «puede llegar a desaparecer». Aunque el 21 de marzo abandonarán la Antártida, no llegarán a España hasta el 1 de abril ya que pararán en Argentina y Chile «por temas diplomáticos».

Lo único que no se deja allí hasta la próxima campaña son los satélites y por eso algunos de los profesionales que participan en esta campaña repiten, ya que son los que saben «dónde se ha replegado todo» señala quien, a modo de curiosidad, ostenta el título de Mejor Cocinero de la OTAN de gachas en Afganistán, ya que sea cual sea su destino no olvida sus raíces manchegas y siempre viajan con él bolsas de harina de pitos.

Una campaña que, tras unos 20 días de vacaciones, volverá a iniciarse con el proceso de formación previa el 28 de abril y que se prolongará hasta que otros 13 militares –algunos repetidores como el brigada de Membrilla– vuelvan a pisar suelo antártico el próximo mes de diciembre.

TRANSMITIR LA PASIÓN POR LA ANTÁRTIDA

«Es la misión más bonita en la que he participado durante mi vida militar porque aquí no hay enemigo, el enemigo es el clima y de ese nos defendemos bien», ha asegurado tajante el brigada Juan Jiménez, quien también transmite esa pasión por la Antártida a los escolares con los que cada día mantienen videoconferencias, siendo la formación e información otra de las aristas de este proyecto.

Bogas Bus

En este sentido, recientemente cerca de 400 alumnos de colegio e instituto de Membrilla, el pueblo del brigada, han podido acercarse a este paraíso algo desconocido pero tan importante de proteger durante una de esas conexiones, que protagonizó el propio Jiménez y durante la que, incluso, ondeó unos minutos la bandera del municipio que le entregó antes de marchar el alcalde de la localidad, Carlos Martín de la Leona.

«Fue un momento curioso y emotivo, en el que los niños también preguntaron, y descubrieron que Isla Decepción, donde está la base, tiene un volcán en el centro que se controla a diario», ha señalado Villalta, quien a raíz de esta iniciativa está difundiendo a través de propuestas de lectura la importancia de los pingüinos y del entorno antártico, así como de la exposición de los diplomas que acreditan el apadrinamiento de un pingüino –más de 40– que les han ido llegando a los niños.




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