No siempre es fácil ponerse de acuerdo; de hecho, llegar a acuerdos puede resultar
bastante complicado. Por ejemplo, dos personas quieren ir al cine juntas, y en eso están
de acuerdo, pero llegado el momento no quieren ver la misma película. Podrían,
obviamente, ver películas diferentes, pero sería una mala solución porque entonces ya no
van realmente juntas al cine. En esos casos se imponen dos soluciones posibles: negociar
de alguna manera, y ceder hoy para elegir mañana, o echarlo a suertes. En política siempre
cabe la posibilidad de la primera opción, pero la segunda se antoja muy complicada.
¿Decidiríamos nuestro voto lanzando una moneda al aire?
Alcanzar acuerdos, gobernar y auto-gobernarnos, exige paciencia, confianza e
imaginación. Se trata de dialogar y convencer de que nuestra posición es mejor para todas
las partes. No es solo cuestión de gustos personales, como en el ejemplo del cine. Lo que
ponemos en juego es el «bien común» y no lo que beneficia o apetece a un solo individuo.
Y la política, al menos en democracia, es siempre un proyecto colectivo y plural. Nadie
hace verdadera política en solitario porque para hacer política de verdad, en el sentido
fuerte del término, se necesita la implicación de la mayoría y el acuerdo de la mayoría.
Es raro que alguien tenga siempre razón y no logre convencer a nadie. Generalmente,
cuando uno no es capaz de convencer a los demás es porque, o bien sus argumentos son
muy débiles, o bien está muy equivocado. Por suerte, a diferencia del problema planteado
en la entrada del cine, en política existe un método de resolución de las diferencias
bastante eficaz: la elección democrática.
La democracia no es solo una fórmula; es también una forma de pensar y entender la vida.
Quienes creemos en la democracia pensamos que es la mayoría la que debe tomar las
decisiones. Por eso, incluso cuando no estamos de acuerdo, asumimos la voluntad de la
mayoría. Porque cuando tenemos objetivos comunes, cuando vamos en la misma barca,
o remamos todos juntos y en la misma dirección o acabaremos ahogándonos
inevitablemente. Es posible que quienes piensan la política como un proyecto personal
no compartan esta idea básica. Quien cree que toda la política cabe en su opinión, su idea
única o en su proyecto personal, no se siente cómodo con el diálogo democrático, con la
política como diálogo siempre inacabado. Todos los profetas creen tener razón y no
admiten discusión sobre su dogma. Su mundo es en blanco y negro; un mundo de buenos
y malos en el que ellos, casualmente, son los buenos. Pero sabemos que la vida no gasta
argumentos tan simples. Hay siempre, como mínimo, dos versiones de un mismo hecho
y, seguramente, lo más parecido a la verdad se encuentre en algún lugar entre ambas.
La unidad no está al inicio. La unidad es el resultado final del diálogo. Por lo mismo,
unidad no es siempre sinónimo de consenso y homogeneidad, sino acuerdo en los
objetivos, negociación de los medios y alianza para un fin común. ¡Claro que no siempre
estaremos de acuerdo en todo!, y menos mal. Pero considero que quienes tienen claro un
porqué encuentran mil maneras para, cediendo cada cual un poco, conseguir un buen
acuerdo. Creo que esta forma de pensar la política es la que realmente genera vínculos y
afectos, la que construye unidad desde la diferencia. Jugar en equipo, y como un equipo,
implica aceptar la decisión de la mayoría; jugar juntos significa saber mantenerse unidos.
Es la unidad y cohesión del equipo la que, aunque cuente con perfiles y estilos de juego
diferente, nos puede hacer ganar. Por eso, quienes estando en un mismo equipo juegan
por su cuenta, más tarde o más temprano, terminan por abandonarlo y culpar a sus
compañeros y compañeras de todos los problemas.
Ahora comienza en PODEMOS-CLM un período de votaciones a candidatos y candidatas
para las elecciones autonómicas de 2019. Es el momento de ejercer en total libertad el
derecho de todas las personas inscritas a elegir a quienes quieren que les representen en
el partido que se jugará en mayo. Y yo tengo claro que, sea cual sea la decisión que tome
la mayoría, será siempre la correcta. Porque en democracia, la mayoría decide y cada uno
obedece.