Los médicos forenses encargados de realizar el examen psiquiátrico a Patrick Nogueira concluyen en su informe de imputabilidad que no manifestó ningún atisbo de arrepentimiento cuando el preguntaron sobre los hechos sino que dijo que no estaba arrepentido y que no era capaz de tener ningún sentimiento, aunque en su declaración en el juicio si pidió perdón.
Según los doctores, entre los que hay varios psiquiatras, el acusado actuó totalmente consciente de lo que hacía y al igual que los psicólogos, afirman que no tiene diagnosticada ninguna enfermedad mental ni registra ningún daño cerebral.
En su comparecencia como peritos, estos forenses del Instituto de Medicina Legal aseguran que en la capacidad cognitiva de Nogueira «está totalmente conservada», han mantenido que es sano y «sabe lo que hace y lo hace porque quiere». «Tenia la capacidad y las facultades para saber lo que estaba bien y mal y la voluntad para realizarlo», ha dicho uno de los forenses.
«No hubo impulsividad bajo ningún concepto», han señalado también aludiendo a que pasaron horas desde que acabó con la vida de la tía y los niños hasta que acabó con la del tío, una razón más para pensar que no fue un acto impulsivo en referencia concreta al informe de la defensa.
Descartan por tanto daño neurológico porque además, «no todo psicópata tiene este PET-TAC ni todo el que tiene este PET-TAC mata» y «no se puede hacer un diagnóstico con un examen complementario, nunca». «La evidencia científica del PET-TAC en siquiatría no está avalada», apostillan a preguntas del Fiscal.
No ven los forenses disfunciones neurológicas en el procesado, respecto a lo que alude la defensa como al hecho de que pueda determinar su conducta, y señalan que si hubieran visto que esta persona estuviera enferma la hubiera enviado al hospital desde el propio juzgado.
En todo caso, para los forenses, la conducta es además multifactorial e indican que el asesino confeso, cuando perpetró los hechos, compró las bolsas, pago, recibió las vueltas y cogió tras perpetrar las muertes el autobús, lo que consideran actos complejos que se prolongaron en el tiempo y que no son fruto de una impulsividad.
A preguntas de la acusación particular que representa a la familia de Walfran Campos, las doctoras han coincido en que la ejecución de los actos del procesado fue fruto de una tarea pensada y no fue un ataque de ira porque «con lo que uno tiene a mano, reacciona y no elige un arma con anterioridad», y también consideran que son actos de planificación los que llevó a cabo tras acabar con las vidas de los adultos y los niños.
En cuanto al hecho de que limpiara después de la casa creen que fue encaminada a encubrir una situación que sabía que «no era correcta» como tampoco el hecho de enviar mensajes al dueño de la vivienda sobre el pago del alquiler, que coinciden en que fue encaminada también en este caso a «ganar tiempo».