En Tomelloso, desde hace más de 35 años, casi todos sabemos que existe una publicación que nunca dejó de caminar y que se llama “Revista Pasos”. Casi nadie, a quien se le pueda considerar persona medianamente atenta, queda indiferente ante el apelativo “Pablo Pasos”, pues él lleva muchos años caminando tenazmente entre nuestras cosas, por nuestras calles, acontecimientos, celebraciones y esquinas de estas calles desde las que miramos en todas direcciones a nuestro ombligo manchego. Se trata de Pablo Ortiz.
Sus dificultades físicas para andar nunca le impidieron avanzar sin aparentar cansancio o dar muestra de desfallecimiento. Pablo siempre está, aparece, aunque sea algo tarde y lentamente avanza hacia el centro, dispara el obturador de su mirada y, alguna vez, le falla el flash de su cámara pero siempre acierta a la última; encuentra la luz; su luz.
Sus inefables peculiaridades han desconcertado a muchos y han provocado un torpe desdén en algunos. Todo esto me ha dado mucho que pensar, me ha intrigado y aún no tengo una respuesta clara. Yo, a pesar de sus decepciones con Francisco García Pavón, Félix Grande y Eladio Cabañero, siempre le atenderé con el mismo respeto y humildad con los que lo haría Antonio López Torres, pues Pablo Ortiz tiene una grande y noble facultad que no hace daño a nadie: La Perseverancia. También tiene una extraña intuición, una peculiar visión de la vida y, últimamente, un triste desasosiego ante la indiferencia de las nuevas generaciones por aquello que él tanto ama: el periodismo y la comunicación.
Hace dos días me encontré con Pablo en la terraza de un bar próximo a mi domicilio. Me pidió acercarse a mi casa para “hacerme una entrevista”. Solo pude ofrecerle que viniera para que mantuviéramos una sencilla conversación, pues yo no soy, creo, objeto ni sujeto alguno que merezca ahora una entrevista.
LA VISITA
Al mediodía del pasado domingo de este caluroso agosto llegó Pablo a casa. Tras remontar los tres escalones de mi entrada, gracias a la ayuda de mi familia, nos aposentamos cómodamente en el salón, mientras mi hija María se preparaba, cámara en trípode, para grabar nuestra azarosa conversación.
Yo me desentendí del aparato y me abandoné con excesiva displicencia para atender a nuestro invitado.
MI AFICIÓN
Pablo Ortiz: ¿Cómo se te ocurrió coger una cámara, cuando en Tomelloso lo que se hacía era solo la pintura? En este pueblo hay muy pocos fotógrafos. Son solo fotógrafos de bodas, bautizos…
Juan Luis López: Conocí a uno, de un pueblo vecino, que a eso le llamaba “fotografía social”
PO: ¿Cuándo surge en ti la inquietud o “la moda” de la fotografía?
JLL: Yo no creo haber hecho nada en mi vida porque eso esté de moda. ¿Entiendes? Fue una cosa natural; cayó en mis manos una cámara fotográfica, comencé a usarla y me acabó gustando. Yo tenía una cierta capacidad de observación visual, desarrollada desde niño a través de los cuadros de mi tío Antonio López Torres, gracias también a mis estudios universitarios y a mi actividad como profesor de Dibujo Técnico. Todo esto me hizo educar un sentido de la proporción y la composición geométrica… pero todo fue por puro entretenimiento, por experimentar y porque me resultaba fácil y fluido hacer fotografías.
PO: Pero tú sabes que con la fotografía de carrete no sabías inmediatamente cual era el resultado.
JLL: Pues tenía su gracia ya que había que esmerarse más, hacías menos fotografías y era reconfortante descubrir, pasado el tiempo, aquello que viste. A veces el resultado era mejor que el que tú esperabas, pues cuando miras, aunque estás encuadrando en el marco del fotograma, no obstante, éste está contaminado por el resto de elementos que le rodean y, cuando lo aíslas definitivamente en el papel o diapositiva, alejado del lugar, la sorpresa es mayor y al fin ves lo esencial de aquello que tú querías hacer. Pero esto es hablar por hablar; mucha retórica por mi parte.
PO: ¿Cómo te sientes cuando comienzas a hacer fotografías artísticas?
JLL: Lo primero que siento es que no soy artista. Mi tío Antonio nunca dijo que era artista, decía que era pintor, su sobrino Antonio López García solo dice que es pintor; no me imagino a Velázquez diciendo que era artista, solo pintor de la corte. Se suelen definir como artistas las folclóricas y los folclóricos cañís -en su acepción más vulgar, sin referirme a “gitano”-. Autodefinirse como artista, definitivamente no, aunque esto sí ocurre con facilidad en las redes sociales. Es más, yo incluso siento pudor al definirme como fotógrafo.
PO: ¿Hasta cuándo estuviste con el dichoso carrete?
JLL: En el año 2005 me compré mi primera cámara digital, pues, para mí, hasta entonces esa tecnología no estaba desarrollada como para interesarme. Esa primera cámara la compaginaba con mis viejas cámaras Contax y Zenza Bronica; así que fue una transición gradual.
PO: ¿Has hecho alguna vez un reportaje de boda?
JLL: No, solo he hecho algunas fotografías en bodas, pues me siento incómodo fotografiando por encargo.
PO: ¿Cuándo cogiste por primera vez una cámara fotográfica?
JLL: Mi primera fotografía la hice cuando era niño. Fue en el jardín de la Destilería de Alcoholes “Pedro Domecq” de Tomelloso; un retrato a mi hermano Julián con un encuadre intencionado que ya mostraba mi sentido de la ironía.
El año 1983 regresó a Tomelloso Javier Martínez, corresponsal del periódico “La Vanguardia” en Extremo Oriente, con un regalo que sería mi primera cámara fotográfica. La historia de esa Canon AE1 la he contado muchas veces.
A partir de entonces seguí haciendo aquello que me gustaba; pasear por el campo, viajar, visitar lugares y edificios…, solo que, desde ese momento, siempre con la cámara en la mano. Las consecuencias solo pueden explicarse con mis fotografías, las cuales siempre hice para mí y solo para mí.
EL NUEVO PROYECTO
Cuando Pablo se interesa por lo que tengo entre manos, le entrego un papel para que lo lea y así habremos ganado algún tiempo y serán sus preguntas mejor argumentadas.
El escrito sobre mi proyecto fotográfico en dos tomos, agrupados bajo el título “Nos queda la memoria (I-II)”, dice lo siguiente:
Tomo I. LA LUZ QUE PERMANECE. La primera luz que vio Antonio López García.
Descripción:
La idea surgió cuando reanudé mis estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid durante el curso 2004/05, en el que se nos propuso a los alumnos un trabajo fotográfico sobre “la luz en la arquitectura”
Mis compañeros comenzaron a trabajar en fotografías de edificios de arquitectura de vanguardia, realizando ingeniosas imágenes geométricas muy llamativas, ya que se centraban en la abstracción de la luz y sus azarosas formas que facilitaban composiciones epatantes.
Yo preferí implicarme emocionalmente buscando esa luz vivida en el tiempo, la cual transforma el espacio habitable. La luz que nos habla de las estaciones y las horas del día; del tiempo. Busqué esa luz que permanece en la memoria, la que se idealiza en el recuerdo porque influyó en nuestra vida.
Durante mucho tiempo recorrí las casas de Tomelloso donde vivió su infancia el pintor Antonio López García, para intentar describir e interpretar de qué manera esa luz primera pudo influir en su pintura, en su forma de interpretar el mundo en sus cuadros.
El resultado fue un libro imaginario, un boceto ficticio con el único fin de cumplir como trabajo académico circunstancial. En el año 2008 adapté dicho proyecto para realizar una exposición en el Museo “López Torres” de Tomelloso, bajo el título: “Páginas de un libro: La Luz Que Permanece”
Varios años después reanudé mis visitas a la casa de sus abuelos (que son también los míos) para profundizar en mi idea. Tras muchas y nuevas fotografías comencé a escribir los textos y a componer el trabajo como libro real destinado a ser publicado o no.
Tomo II. LA LUZ EFÍMERA. La otra luz de Tomelloso.
Descripción:
Mi vida en torno a la fotografía está muy ligada a Tomelloso. Desde principios de la década de 1980 he fotografiado sus calles, gentes y su naturaleza cercana. Por esa razón, en el año 2014 comencé a recopilar y a seleccionar esas fotografías con la intención de ampliar la idea del tomo I, realizando otro libro complementario buscando esa otra luz, más allá de las casas descritas en dicho tomo, también en torno a la infancia de Antonio López García.
Pero, conforme dicha idea tomaba cuerpo, incluyendo las nuevas fotografías realizadas a partir de esa fecha, comprendí que esta segunda parte era más una visión fotográfica personal sobre estos lugares cercanos también a mi infancia y juventud. De manera que, tal como yo entiendo el lenguaje fotográfico, se trataba de luces fugaces en momentos únicos, o sea, no permanentes. Eso sí, considero que esos instantes breves, agrupados en un discurso fotográfico coherente, pueden tener también un significado permanente. Serían las otras luces de Tomelloso a través de la mirada fotográfica, con otra reflexión diferente a la de un pintor de las características de Antonio López García.
Proseguimos, Pablo…
PO: Juan Luis, ¿cuántas fotografías puedes haber hecho en tu vida?
JLL: ¡Yo qué sé! Eso no tiene importancia. Al pintor Vermeer de Delft se le conocen solo 32 cuadros, aunque pintaría algunos más y de mí nadie se acordará cuando mueran mis allegados. No se trata de cantidad. Vermeer era un probo padre de familia numerosísima que pintaba sacando tiempo de donde podía y, ayudado por su cámara oscura, hizo verdaderas maravillas.
PO: ¿Cuántas exposiciones has hecho?
JLL: No muchas, pero demasiadas para mí. En Tomelloso, Ciudad Real, Badajoz, Granada, Segovia, Madrid… Pero esa etapa ya pasó para mí, pues lo hice por la curiosidad de ver qué les parecía a los demás esa reunión de fotografías agrupadas por una temática coherente. De todas formas, no tenía interés en que fueran muchas las personas que contemplaran mis exposiciones. Si yo pudiera haberlas montado en mi casa, habría invitado a mis amigos y a algunas personas más y “adiós, muy buenas…”
Igual me ocurre con estos dos nuevos libros; el trabajo me ha llevado años, contiene fotografías desde hace casi 35, lo he terminado antes de mi jubilación anticipada en la enseñanza, que no en la vida, lo diseñé con mi ordenador, lo imprimí en casa a 8 tintas en papel de alta calidad y he realizado una encuadernación artesanal, dando como resultado un ejemplar único. Esto significa que mi libro ya existe.
Por y para hacerlo público no tengo prisa ni dinero, pero, cuando alguien viene a casa lo puede ver e incluso algunos amigos lo han tenido un tiempo en la suya. Con eso me conformo. Ahí queda para que, algún día, mis hijas puedan publicarlo si lo desean. Si yo lo hiciera en vida, sería una tirada pequeñita y con el sufrimiento añadido de tener que controlar todo el proceso. ¡Un lío estresante!
El libro, que es un soporte propio de la palabra escrita, sea literatura o de divulgación, es lógico que se multiplique. La fotografía es otra historia, no necesita tanto ser libro.
RECESO
Procedí a mostrarle los libros y pasamos mucho tiempo conversando agradablemente sobre muchos detalles que no procede desvelar, con el fin de que, quien pueda ver y leer dichos libros, no esté advertido de aquello que uno mismo merece descubrir.
Le enseño la caja con el título genérico que agrupa a los dos primeros tomos de mi colección “Nos queda la memoria”.
Contemplamos el primer tomo y, durante la conversación, le indico que el espesor de los libros se ve aumentado debido al alto gramaje del papel “Ilford Duo”.
Pablo me hace preguntas acerca de la luz en el interior de la cueva de la casa de mis abuelos paternos.
Acerca del segundo tomo, le comento que es el que más suele gustar, pero que no es necesariamente mejor que el primero. Pablo se empeña en hacer fotografías del libro, lo cual me incomoda bastante y le ruego que cese, pues esa no es la mejor forma de proceder con un documento inédito. Él lo comprende y apela a su rigor profesional, del cual yo no dudo.
Con la llegada de Rocío, la conversación se anima y enriquece y, por fin, dejamos de hablar de mí.
LA PINTURA DE LOS LÓPEZ
PO: ¿En qué estilo enmarcarías la pintura de tu tío Antonio López Torres”
JLL: Realismo… natural.
PO: Realismo no es…
JLL: Bueno, si tú solo consideras realismo a aquello que se le vino a denominar como hiperrealismo, entonces no. Mira, Pablo: Cuando en pintura hablamos de realismo, nos estamos limitando al realismo visual humano, pero ¿qué es la realidad? Nosotros disponemos de cinco sentidos; de manera que, si estamos ante un largo y estrecho pasillo que abarcamos con los brazos, veremos dos paredes que, debido a nuestra limitación visual, se aproximan entre sí en la lejanía; pero si cerramos los ojos, extendemos los brazos y palpamos ambas paredes con las manos mientras caminamos, comprobaremos que las paredes no se aproximan, que el pasillo no se estrecha. En consecuencia, ¿cual de los dos sentidos es más realista, el tacto o la vista? ¿es más realidad la que ven nuestros ojos o la que ven los de una mosca?
El ojo humano lo ve todo, como la lente de la cámara fotográfica, ambos artilugios perceptivos lo valoran todo por igual, pero, el pintor interpreta la realidad visual y la cámara fotográfica solo representa esa realidad que procede de la luz que el mundo refleja. El pintor, al interpretar, está seleccionando solo aquello que su peculiar sensibilidad valora y, además, es capaz de llevarlo al cuadro para servir de puente privilegiado y, así, hacernos felices. Es un proceso sutil y muy subjetivo.
PO: Explícate más.
JLL: La figuración en pintura supone representar el mundo como algo reconocible (hasta el cómic es figuración) pero, cuando esa representación reconocible está cercana a nuestra percepción visual del mundo, se le puede llamar realismo; tanto es así que, si representamos el rostro de un hombre con una nube en la cara, el hombre es realista, la nube también, pero estamos hablando del surrealismo de Magritte, otra forma de realismo. Tengamos amplitud de miras, no nos comportemos como una fría y tonta cámara fotográfica…
Resumiendo, Antonio López Torres y su sobrino López García hacen figuración realista. La realidad de ambos es selectiva e interpretativa, pero beben de la misma fuente, la limitada realidad visual.
A otro nivel, cuando Francisco García Pavón narra un ocurrido de antaño, lo hace con la maestría de sus pinceles literarios, con la capacidad de ver más que los demás y con su imaginativa interpretación artística del mundo. Los demás solo dirían que Gumersindo murió al final de la semana de labor y que Paulina lloraba desconsolada. Se trata de dos formas de realismo. Un labrador, al final de la jornada agotadora, ve una hermosa puesta de sol y lo único que le viene a la cabeza es “me voy a mi casa a tomarme una cerveza” y un escritor o un pintor, en la misma situación, pueden transmitirnos cosas que existen pero que solo ellos ven y saben representarlas.
PO: Antonio López Torres era lento pintando.
JLL: Eso no tendría importancia, pero no es verdad. Si a mi tío Antonio le hubiesen encargado el retrato de la Familia Real, al cabo de unos meses tendríamos unos ojos claros, como los de La abuela Juana en el retrato de su museo en Tomelloso. Serían retratos directos, limpios, sin artificios, ejecutados con sinceridad y por el placer de pintar; una gran obra de arte.
Antonio López Torres era de pincelada definitiva, apenas corregía; lo que no quiere decir que las correcciones y todos los tormentos de otros pintores no sean buenos y necesarios, sino que, estos últimos, son imprescindibles para conseguir otra cosa, para transmitir unas emociones más escondidas, intensas o incluso tristes. Para mí, mi tío es el esplendor de la luz, de la belleza, de la verdad cotidiana y sencilla; pero lo hace con una maestría tal que cada pincelada era definitiva. Si te acercas a cualquiera de sus óleos, en un centímetro cuadrado existe otro cuadro, hasta el último “píxel” todo es verdad.
Solo me queda decir: Pobre de este fotógrafo aficionado, pobre de mí.
Mañana volveré al Museo López Torres de Tomelloso, pues la semana pasada estuve en el Museo del Prado de Madrid, donde soñé con ver algún cuadro de Antonio López García.
FINAL
Gracias Pablo por saber escuchar, por tu gran capacidad receptiva. Gracias por tu noble perseverancia, amigo.
Juan Luis López Palacios
Tomelloso, 7 de agosto de 2017