Este viernes 3 de febrero, a partir de las ocho y media de la tarde, El Rinconcito acogerá la presentación del libro “Nací para luchar y no rendirme” del autor de Pedro Muñoz, Santiago Pintado. En el libro cuenta las vicisitudes de una vida, marcada por la práctica deportiva del ciclismo, en la que, como bien refleja el título, ha luchado sin tregua, sin dejar lugar al abatimiento.
«Cuento mis penurias para llegar a ser ciclista y los obstáculos y contratiempos que me puso mi familia y los de alrededor para que no me dedicase a la bicicleta ya que aquello era cosa de quinquilleros». Pintado relata su vida, comenzando con la Guerra de Cuba, en la que estuvo su abuelo «y ahí cuento unas verdades de ese episodio que no cuenta la historia». La biografía prosigue con la niñez de Pintado, los juegos, la vendimia, su afición al ciclismo, «las carreras de Tomelloso». Y ahí hace una pausa el autor para asegurar que «Tomelloso siempre ha sido mi segundo pueblo».
Nos cuenta que comenzó a venir a esta ciudad en 1966 «cuando me echaron mis padres de mi casa por la bicicleta me vine a vivir aquí». Y lo acogió la gente del ciclismo de entonces «trabaje en los albañiles con Marino Jareño, el Candojo, hacíendole la casa a Pedro Marquina, el famoso Campagnolo y dormía en casa de Vicente Heredia». Nuestra ciudad ha sido siempre una constante en la vida de Santiago Pintado, reiteraba.
Volviendo al ciclismo, aseguraba que cuando él empezó ese deporte estaba «muy mal visto». Por aquellos años, recordaba, a los ciclistas se les llamaba carreristas. Pero Pintado se desquitó de aquellos sinsabores, lo hizo de veterano «me saqué la espina. Corrí siete campeonatos del mundo, fui subcampeón de España, campeón de Castilla-La Mancha, participé en la vuelta a Lérida y participe en un montón de carreras». Ese retorno al deporte de la bicicleta, en la edad madura, sirvió para demostrarse a sí mismo que « tenía madera». Su vida ha sido una lucha constante y a día de hoy lo sigue haciendo, nos señalaba, atendiendo sus negocios.
Y eligió un deporte que es paradigma de esa lucha, como es el ciclismo. Aunque nos confiesa que «quizás me hubiese defendido mejor en el boxeo», denotando su individualismo. Pintado —y así lo cuenta en “Nací para luchar…”— se codeó con las estrellas del momento, Perurera, Pesarrodona, Ocaña, «una vez, compitiendo contra ellos en el Trofeo Lola de Madrid fui ochenta kilómetros escapado y veintidós ciclistas del Kas me cogieron llegando a meta. Fue una decepción. Un ex ciclista, Antón Barrutia, me dijo “chaval, el ciclismo es lo último que le puede gustar a un ser humano”». Por otra de esas vueltas de la vida no pudo formar parte de uno de los equipos de élite del entonces, el Superser.
Esa sucesión de contratiempos, de obstáculos, de desengaños «me ha hecho crecer en la vida, tanto es así que ahora he escrito mi libro, que no es fácil para alguien que no tengo estudios». Señala que su trabajo lo llevó a Bilbao, y aquella ciudad fue una suerte de catalizador «aprendí a tocar el acordeón, empecé a escribir y mi negocio comenzó a funcionar». Fue plasmando sus recuerdos y vivencias en un bloc, allí escribía cada vez que tenía un rato libre, buscando la inspiración del sitio.
El libro salió a la calle en marzo del pasado año y ha recibido «críticas muy buenas, es un libro fácil de leer, plagado de anécdotas». Le ha servido, además, para recuperar dos primos hermanos que no veía desde hace medio siglo.