El Teatro Municipal de Tomelloso acogió este sábado “L’elisir d’amore”, la famosa ópera de Donizetti. El medio millar de personas que asistimos a la representación tuvimos la suerte de disfrutar de un gran espectáculo, de una joya de la ópera, divertida, desenfadada, emocionante, romántica, entretenida… que nos hizo vibrar, reír, movernos en los asientos y, al caer el telón, estallar en una soberbia ovación puestos en pie.
“L’elisir d’amore” venía de triunfar en Villarrobledo el pasado sábado, un espectáculo de producciones La Folía con la participación de la Asociación Manchega de Amigos de la Ópera (AMAO). En el foso estuvo la Orquesta Sinfónica de La Mancha, dirigida por Francisco Antonio Moya. Actuaron los coros Quercus Robur de Villarrobledo y Femenino de Tomelloso, dirigidos por Javier Benito. La soprano tomellosera Alicia Hervás hizo de Adina. Nemorino fue el tenor lírico, muy conocido en Tomelloso, Eduardo Ladrón de Guevara. De Dulcamara hizo Javier Galán, siempre divertido. El barítono Alberto Arrabal hizo de Belcore. Alejandra Acuña hizo de Gianetta.
El argumento de la obra, seguramente una de las óperas más célebres, es de todos conocido. El aparentemente simplón Nemorino necesita del elixir de amor de Tristán e Isolda para que la distante Adina se enamore de él a pesar del sargento Belcore. Il dottore Dulcamara, nacido en Puertollano nos cantó, proporciona ese mágico filtro a Nemorino que no es otra cosa que “vino Tomillar”, según explica el charlatán. A partir de ahí, surgen una serie de enredos y aventuras para, como no puede ser de otra forma, tener un final feliz. Donizetti, en apenas dos semanas, con su cómica L´elisir no sólo encumbra el bel canto sino que también humaniza los personajes que anuncian el realismo desarrollado posteriormente por Verdi.
Y es que, como dice el programa, L’Elisir d’Amore es una magnífica ópera, un canto a la vida y al amor, a la verdad de los sentimientos sencillos y puros y a la inteligencia emocional de Nemorino, que todos juzgan como un simple, pero que triunfa al final de la obra.
En L’elisir la acción nunca se detiene, no da tregua, es una interminable sucesión de escenas en las que los personajes principales no solo buscan cantar bien, intentar ser creíbles y divertidos y, a fe que lo son. Y por supuesto hay que destacar la luminosidad de la puesta en escena, divertida, cómoda y amable. Es muy importante, a nuestro juicio, y digno de reseña, la perfecta simbiosis entre los cantantes profesionales y el coro, aficionado. Se notan, en todos, las ganas y el empeño de que el espectáculo salga bien y lo logran.
Los solistas estuvieron perfectos, defendiendo los principales números de la obra con solvencia, arrancando aplausos en casi todos los mutis. El coro creíble, entregado y divertido, se nota el buen hacer de los directores de escena y del coro.
Fue, en definitiva, una gran noche de ópera, divertida en la que pudimos disfrutar de una de las cumbres del bel canto. Al final, como decimos, el público puesto en pie dedicó a la compañía una ovación de gala.
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