No cabe duda que son tiempos difíciles para Tomelloso. Unos años en los que la crisis política y, más aun, la crisis económica ha reventado cualquier esquema que los españoles teníamos tan solo hacía 15 años, esa etapa dorada de la economía española. Tomelloso, por supuesto, no se quedó atrás. Cumplió como muchas ciudades de España con aquel gran crecimiento económico y demográfico, una época esplendorosa para el municipio que fue modernizándolo a pasos agigantados. Sin embargo, a pesar del esfuerzo de muchos tomelloseros y tomelloseras para hacer de esta localidad una de las más grandes de Castilla-La Mancha y referente en oferta de servicios, infraestructuras y empleo de la región, vemos este sueño alejarse poco a poco, como quien ve desaparecer al sol en la lentitud del ocaso.
Como he citado anteriormente, no solo Tomelloso sino que España entera se enfrenta a una crisis económica jamás vista desde los años de la posguerra. A esta le acompaña una crisis política, aparentemente irresoluble, en la que los partidos políticos parecen chiquillos en el patio de la escuela tirando del mismo juguete a la espera de sacar la mejor tajada del pastel, eso sí, a expensas de las penurias de los ciudadanos. Desagraciadamente a esto se le ha de añadir un factor que irremediablemente ya lo estamos empezando a notar y, de seguir así, traerá más de una desgracia al conjunto del municipio de Tomelloso. Hablo del problema del envejecimiento de la población y la emigración, un problema que no solo afecta a lo localidad, sino a toda la región y en conjunto a toda España.
La población de Tomelloso en 2002 tenía una población de 29.283 habitantes; en 2007 unos 35.637; en 2009 llegó al record de población en toda su historia con 39.093, pero hoy en día nos enfrentamos a la cruda realidad de haber descendiendo de forma acusada hasta los 37.645 habitantes en 2015 y que parece que continuará en los próximos años. Una crisis que unida al desempleo, la emigración a las grandes ciudades españolas o al extranjero en busca de trabajo y al progresivo envejecimiento en el que desde hace dos años las defunciones superan a los nacimientos en España, es de esperar que este problema recaiga también sobre Tomelloso.
Muchos se preguntarán cuales son esas consecuencias a corto y medio plazo. Hoy en día, nuestro buque insignia en el fabuloso mundo de las reivindicaciones de la ciudadanía tomellosera es la plena conexión ferroviaria de Tomelloso y Argamasilla de Alba, cuyo pilar principal para obtenerlo es el factor poblacional, relacionado al del ámbito empresarial y de transporte de mercancías. Pero la realidad es que si no se combate el despoblamiento, ese factor terminará por perderse y adquirir un grado de insuficiencia a la hora de ejercer este tipo de demandas en la que lleva Tomelloso décadas luchando por esa gran oportunidad para su inclusión en el mundo de la modernización, el progreso y el crecimiento. De igual modo, puede ocurrir con otras infraestructuras públicas al ver nuestra población a niveles tan bajos como los de hace medio siglo.
Llevar a cabo políticas para atraer medianas y grandes empresas, se traduce en más empleo que consolida a la población de Tomelloso y atrae habitantes de otras poblaciones cercanas y otras partes de la geografía castellano-manchega e incluso española, con la probabilidad de que estos puedan asentarse en la localidad. Otras muchas medidas van por una mejora de la calidad de vida de las personas o la proyección turística del municipio junto a sus rasgos identitarios, culturales e históricos, porque lo que todos sabemos es que la identidad es lo que más retiene a un ser humano en el lugar en el que nació o al menos lo acaba haciendo regresar y, es aquí, donde Tomelloso está a años luz frente a otras ciudades de la región. Todo sea porque Tomelloso no caiga en el olvido como ciudad y prosiga esa estela de lucha por sus intereses como ciudad y para que sus ciudadanos puedan disfrutar de grandes infraestructuras, servicios y un futuro mejor, porque lo que tenemos que tener claro es que sin población nunca existirá la posibilidad de ver establecerse ese tipo de infraestructuras o grandes empresas, acabando por estar condenados al ámbito rural para siempre, dificultando con ello nuestro desarrollo como ciudad o, lo que es peor, que con la falta de población los servicios ya existentes dejarán de ser eficientes pasando a mejor vida en otros lugares donde si resulten rentables.