Qué mejor manera de empezar la Semana Santa que asistiendo a la magnífica interpretación de Réquiem de Fauré de la Coral del Conservatorio de Tomelloso. Este sábado asistimos al estreno que de esta particular misa de difuntos hizo la agrupación Tomellosera en la parroquia de La Asunción tras el pregón que pronunció Bernardo Castillo.
Nazaret Rodrigo, durante la presentación señaló el deseo de la Coral de que “la música sirva de unión entre lo celestial y lo terrenal”, dedicando el concierto a aquellos que los disfrutaron desde el paraíso.
La Coral, dirigida por Marieli Blanco, estuvo acompañada por el Ensamble del Conservatorio, Victoria Adán y José María García al piano; Arturo Sánchez al violín; Tilo Serrano, viola y José Alberto Palomino al violoncelo. Actuaron como solistas la soprano Alicia Hervás y Eduardo Grande, barítono.
La escasa media hora de la obra, a pesar de su supuesta ligereza, conmovió al público que llenó el templo (o al menos a nosotros). Los intérpretes supieron darle a la obra la contención necesaria, sin excesos, manteniendo ese sutil equilibro entre la gravedad de los instrumentos y la claridad de las voces.
La obra se compone de siete partes, obviando Fauré, como explicó la presentadora, algunas de las divisiones litúrgicas como el Dias Irae. Así, tras el Kirie, la obra salta al Ofertorio, donde Eduardo Grande cantó “Hostias et preces tibi”. El consiguiente Sanctus dio paso a la parte más conocida del Réquiem, el Pie Jesu, otra de las innovaciones del francés, en donde se lució Alicia Hervás.
El Agnus Dei prepara la parte siguiente, el Libera Me, con la poderosa aria del barítono. La séptima parte, In Paradisum, pone el dulce final a la obra. No en vano, el autor veía la muerte “como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia”.
El publicó correspondió con una gran ovación a la soberbia interpretación de la obra. Fue una ocasión perfecta para poner en valor el famoso aforismo de Gracián, “lo bueno si breve…”.