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sábado, 16 noviembre
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Carta a Álvaro Ruibal

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Mi muy querido D. Álvaro:

Mucho me agradaría cerciorarme de que, a la llegada de ésta, usted pueda hallarse en el mejor de los lugares (y estados) que la coyuntura impone.

Pensará usted (no exento de razón) qué motivo exige que inicie con usted esta correspondencia (irremediable y lamentablemente unidireccional) y, lo cierto, es que tuve ocasión de revisitar el artículo que publicó en La Vanguardia, allá por el año 1969, y sonreí al observar que, por una vez, el Destino fue favorecedor para con Tomelloso y su temor (el del hombre humanista y ajeno a la retórica, como le tildaron) cayó en saco roto.

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Como bien recordará, usted venía efectuando un recorrido por los pueblos de La Mancha, contando y ensalzando sus virtudes, sin que ello le impidiera relatar sus déficits (que, como bien subraya el brocardo, uno puede contar con férreo compromiso con sus amigos, pero el mayor compromiso lo tiene con la verdad).

En ésas, y situado en nuestra localidad (a la que le afeaba no poseer lugar adecuado para la pernoctación), usted calificaba como único edificio valioso la Posada de los Portales y escenificaba una conversación con la bibliotecaria de la Casa de la Cultura, en la que temía que derribaran el monumento y construyeran un “gran mamotreto”.

La respuesta de su interlocutora era (y hoy siguiendo siendo) acertada. “No, no será apeado. Se pretende montar allí un parador turístico”. Y es que, amigo, Ruibal, hoy nuestra Posada de los Portales sirve de faro cultural en la localidad, además de como oficina de turismo, en la que le podrían obsequiar con valiosa información sobre los muchos, y cuidados, parajes en los que descansar de su viaje.

Habrá quién considere que su pieza (por lo anterior) no era laudatoria de nuestro pueblo, y errará en grado sumo, puesto que su análisis glosaba tanto los bombos, como las bodegas y el afán de superación tomellosero, concluyendo con estas bellísimas (y justas) palabras: “Por eso estoy seguro de que Tomelloso hizo lo que debía con sus vinos: los ha industrializado. Si todos los pueblos de España hicieran lo propio con sus recursos naturales, la cara del país no sería seguramente tan hosca y mortecina. Choca encontrar este milagro en medio de una llanura hostil, dura, en perenne lucha contra las veleidades de un clima caprichoso y muchas vegadas implacable, demoledor y sembrador de cataclismos”.

Me alegra, mi estimado D. Álvaro, que esa (no tan inmerecida) penuria cultural que nos achacaba, en 1969, se haya conseguido revertir (al menos en parte) y que la emblemática construcción que enseñorea la Plaza de España sea uno de los lugares de imprescindible visita en esa “alargada pincelada de cal en el horizonte”, como usted denominó a Tomelloso.

Mi sincero respeto y agradecimiento (incluso por estas magníficas y extremas crónicas de partidos futbolísticos de categorías inferiores que firmaba con el pseudónimo de ERO).

Torre de Gazate Airén

Le deseo el bien.

El conductor del coche escoba

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