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lunes, 23 diciembre
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Rafael Serrano, un gigante de Tomelloso en la cima de Londres

cameron Serrano

Este domingo el diario El Mundo dedicaba un profuso reportaje al empresario de Tomelloso Rafael Serrano, en la cúspide del Arco del Almirantazgo, el emblemático edificio londinese. En un reportaje de Martín Mucha, en el que se recuerda que vende el piso más caro de la ciudad (180 millones por 1.400 metros cuadrados), se asegura que este discreto hombre de negocios, hijo de Ramón Serrano García —lotero y propietario de una gestoría y una autoescuela— es protagonista de una gesta quijotesca.

El periodista de El Mundo le pregunta por su relación con los reyes de la Gran Bretaña. «Para mí es trabajo. Siempre trabajo. La tengo que escuchar. Con la reina Isabel II me he reunido varias veces, ya que una de mis responsabilidades es la realeza. Su esposo, el príncipe Felipe de Edimburgo, me pregunta cómo va el proyecto y me advierte: «Ten cuidado, mi abuelo vivió allí (el almirante de la Royal Navy Luis Mountbatten)»».

Mucha es el primer periodista que entra en los dominios de Rafael Serrano, en el edificio que fue la sede de “de una de las mayores fuerzas navales que existió desde que existe el hombre”, donde Ian Fleming trabajó como asistente personal del director de la División de Inteligencia Naval.

Serrano, sigue relatando el reportaje, se hizo con los derechos de lo que, según el Financial Times, «representa la manifestación física de la idea de una nación en sí misma». Por 75 millones consiguió hacerse con The Admiralty Arch por 250 años. Les ofreció un proyecto monumental con una presentación sublime: entregó tres libros con la elegancia de una edición de coleccionista. Dentro, presupuestos y anexos.

«Los ingleses aprecian que un españolito está cuidando la historia naval británica. La fuerza, el valor del arco, no es sólo lo arquitectónico… es lo que representa», cree Rafael Serrano. Lo considera la consagración de una vida. Del chico al que su abuela llevaba a aprender de viñedos y vendimias en los campos de Ruidera. «Recogía uvas, supe del trabajo duro, de que las cosas no son fáciles, pero si uno lucha se consiguen», rememora a los suyos.

Y el autor del artículo se vino a Tomelloso a conocer los negocios familiares en “locales pequeños, austeros”.

“-El hijo de Ramón ha ganado los Euromillones -cuenta Mario.

-¿Y eso?

-Es que cuentan que es dueño del piso más caro del mundo.

Torre de Gazate Airén

Su interlocutor le corrige. Le habla de que es el de Londres, y acerca de su éxito, de lo estudioso que era. Y Mario repite: «Euromillones, Euromillones». En el restaurante Casa Antonio cuentan que es un mal momento para visitar a los Serrano. «El hermano está en el hospital, un ictus», comenta un comensal. Asiente el restaurador. Lo confirma la mujer de su hermano Ramón. Su padre se pasea por el pueblo con pasos lentos, triste por la enfermedad de su hijo pero orgulloso por lo publicado a nivel mundial sobre Rafael. «Antes los más famosos tomelloseros eran Antonio López [el pintor] y Jesús Marquina [elegido cinco veces mejor pizzero del mundo]», comenta María, que dice ser amiga de la familia. «Y ahora, Rafael Serrano, que ha llevado Tomelloso a Londres»”.

Ya en Londres, Rafa Serrano, pasea por la obra todo el tiempo que le permite su agenda. Saluda a cada peón. «Me acuesto temprano. Entre las 12 y las 4 de la mañana, a veces, me despierto para apuntar una idea. Me levanto a las seis. Y ahora que estoy conociendo cómo funcionan los gobiernos, descubro que cada reunión que uno tiene es importante. Mi día a día incluye desde ver (ahora) a la viuda de Churchill hasta quedar con el marmolista que va a hacer la obra».

Rafael Serrano se reunió el jueves con la familia de Churchill. El tomellosero, explica otro pasaje del extenso artículo, desde pequeño tuvo la decisión de ir lejos. «De conocer mundo y aprender idiomas». Estudió primero Derecho en la Complutense de Madrid. Su familia le apoyó en su aventura de querer ir a trabajar al extranjero. Se hizo políglota: habla italiano, francés, inglés, portugués e, incluso, algo de holandés. Hace más de dos décadas dejó España. Era finales de los 80 y quería trabajar en finanzas. Su senda académica abarcaría: Oxford, La Sorbona y la London Business School.

Su sueño: Wall Street. «El éxito es resultado del trabajo. El esfuerzo humano. Como los vendimiadores de La Mancha que iban desde la madrugada hasta la noche. O como cuando dormí en las islas del Lago Titicaca para aprender a vivir con lo básico, como hace 400 años». De su época de estudiante viene su amor por la lectura. «Me gusta pasar tiempo en bibliotecas públicas, son sitios donde me inspiro, me siento volver a mis raíces».

En 1991, ficha por JP Morgan, para sus oficinas de Londres, entonces considerado uno de los cinco mayores bancos del mundo. «Era un logro fabuloso. Era un españolito que había logrado entrar y después ya tocaba llegar. Fui el primer español que JP Morgan empleó fuera de España. Me costó 22 entrevistas conseguirlo. Era una época en la que estaban despidiendo a los empleados de la banca. Fue la crisis más seria hasta la del 2008».

Pasaron dos años, jornadas de 20 horas, y le enviaron a Manhattan en marzo de 1993. «Lo logré en la época más difícil. No pillaban a nadie». Su ascenso fue trepidante. Cuando, en diciembre de 1999, antes del cambio de siglo, decide ir por su cuenta, ya era uno de los vicepresidentes. En ese tiempo no se volvió un tiburón. En su pueblo natal le describen «cercano y humilde». Visitando cotidianamente a sus hermanos y a sus padres. Y cuando podía se escapaba a las Lagunas de Ruidera. Su mar.

«Si hay una receta de mi éxito es la humildad. El empresario de éxito tiene el mismo espíritu que el trabajador de éxito. Lo único que queremos es seguir triunfando porque nos gustan los retos».

Reportaje completo: http://www.elmundo.es/cronica/2016/07/31/579d24cde5fdea137e8b456d.html

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