Un año más la Iglesia celebra en este día la festividad de la Asunción de Nuestra Señora. La Virgen de Agosto como popularmente se la conoce. En Ciudad Real lo hacemos bajo la protección de La Virgen del Prado…mientras que en otros muchos lugares de nuestra geografía se conmemora desde distintas advocaciones o amparos.
El inmenso amor de una madre.
“La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la Encarnación del Verbo, por disposición de la Divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del Divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia.” (Lumen Gentium. nº 61)
La Asunción al Cielo en cuerpo y alma de la Virgen María es “el premio” que su Hijo le otorga por haber sido concebido en su vientre, una gracia gozosa y única con la que María se encuentra y acepta desde su extraordinaria actitud de pobreza personal, olvido de sí misma e incluso del qué dirán en una pequeña aldea, con la sencillez e inocencia de una mujer humilde.
Sin embargo, quizá lo humanamente más importante para este reconocimiento es el hecho de que María pone en juego su voluntad con total fidelidad, obediencia y entrega sin límite a la causa de Jesús en cada momento de su vida; “haced lo que Él os diga”, —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y Él les respondió: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que Yo esté en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo”… y como culmen, el momento más doloroso e incomprensiblemente humano…la muerte de su Hijo en la Cruz. El dolor de una madre que no puede entender como el hijo de sus entrañas…que dedicó su vida a impartir Amor…cuelgue moribundo y desgarrado de un madero.
Un dolor que de manera similar pero real permanece en nosotros cuando vemos como muchos hermanos han sufrido y siguen padeciendo en nuestros días por confesar su Fe; cuántos cristianos hoy están siendo como Cristo, asesinados por el “peligroso e inaudito hecho” de vivir desde el “des-odio” y el amor a sus semejantes.
La Virgen en la vida de Santa Teresa.
En este año en el que celebramos el quinientos aniversario del nacimiento de Santa Teresa, resulta interesante y oportuno saber lo que para esta doctora de la Iglesia significa la Virgen. Para nuestra gran mística, María “es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Su mayor virtud es su adhesión total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una contemplación centrada en la Sacratísima Humanidad” (Vida 22,1; Moradas VI, 7,14). Esta virtud de María, únicamente puede “comprenderse” por la acción del Espíritu Santo que siempre está presente en todos aquellos momentos en los que acepta hechos y situaciones que le sobrepasan y no puede entender. El mayor mérito “humano” de María es haber sabido aceptar en su vida la continua incomprensión del mundo hacia su Hijo.
María, Madre de la Iglesia.
«La Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (L. G. nº 68).
La Virgen…del Prado y demás advocaciones con las que María se venera, es la misma y única mujer que respondió al anuncio del Ángel, con un “he aquí la esclava de Señor, hágase en mí según tu palabra”. Con la Asunción, María permanece viva entre todos nosotros guiándonos como Madre y Maestra de la Iglesia.
Fermín Gassol Peco
Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real