Carlos era un niño como todos los niños de hoy en día, sólo le gustaba la tecnología y jugar a los videojuegos, no le interesaba nada que no fueran las maquinitas. Sus padres estaban muy preocupados y no sabían que hacer para que al niño le interesara otra cosa, le ofrecían practicar algún deporte, algún idioma y como no, le ofrecieron LA MÚSICA. En la familia de Carlos había mucha afición a la música, sus antepasados eran músicos y sus padres eran unos aficionados de ella, pero Carlos sabía que sin la música la vida no era igual.
Una Navidad Carlos recibió un regalo muy especial, un saxofón, el niño al verlo se enfadó mucho y por supuesto se negó a aprender al tocarlo, el chaval siguió con sus aficiones ya conocidas por todos, sus padres se pusieron muy tristes al ver a Carlos odiar de aquella manera la música, sus padres recurrieron al duende de la música y le contaron que Carlos odiaba la música y solo quería jugar. Binario, que así se llamaba el duende, no podía permitir que un instrumento no fuera tocado y que alguien repudiara la música de aquella manera así que se instaló en casa del muchacho y propuso hacerle ver al niño que la música era una doctrina maravillosa y que sin la música la vida no era lo mismo, los padres de Carlos estaban encantados de que Binario estuviera allí.
Carlos no sabía nada de la presencia de Binario en casa, cuando estaba en el colegio el duende salía para tocar junto a la madre, ella tocaba el piano y Binario tocaba el violín. Las melodías eran tan dulces que los vecinos salían a la calle para ver quien tocaba, los pajarillos tocaban al compás, hasta la flores se veían más bonitas. Binario no sabía cómo hacer para que al niño le interesara la música y junto a los padres acordaron meterse en los dueños del chico. Cuando Carlos dormía Binario actuaba. Un día el duende entró en uno de sus sueños, el niño soñaba que jugaba con su consola y de repente la música se paró, los personajes del juego estaban tristes y lloraban y no quería jugar ni hacer nada, solo querían llorar y decían que el juego no era lo mismo sin música, entonces aparecía Binario todo contento con su violín saltando y bailando…
—Hola, soy Binario el duende de la música.
—Hola, por favor ayúdame duende, mis personajes no quieren jugar sin música.
—Yo no soy el que les tengo que ayudar, eres tú mismo Carlos yo te enseño el compás a ti y tus personajes jugarán de nuevo.
—No, me niego a perder el tiempo aprendiendo notas, ¡quiero jugar!
—Entonces no puedo ayudarte.
Todas las noches Carlos tenía el mismo sueño y volvía a negarse, hasta que un día ese sueño se hizo realidad, sus juegos no funcionaban porque no había música. Cuando el niño se durmió Binario volvió a aparecer en su sueño y por fin Carlos aceptó aprender. Cuando Carlos despertó vio al duende mirarle desde los pies de su cama.
—¡Existes de verdad! Que alegría me da verte, Binario por favor enséñame a tocar el saxofón, lo tengo guardado desde la Navidad.
—Estaré encantado, para eso estoy aquí, quiero que aprendas a tocar y a valorar la música, es lo más divertido del mundo, más que tus videojuegos ya lo verás.
Carlos y el duende trabajaron juntos, se hicieron muy amigos, los dos eran inseparables, pasaban los días y Carlos estaba desando de volver del colegio para que Binario siguiera con las clases. El duende era quien mejor se lo pasaba, por la mañana mientras el niño estaba en el colegio, él estaba con la madre tocando el violín, los vecinos aplaudían desde sus ventanas y Binario se engrandecía, cuando llegaba el niño del cole y terminaba con sus deberes empezaban las clases hasta las tantas. Carlos empezó a cogerle tal gusto a la música que no echaba de menos sus maquinitas.
Binario enseñó al niño a tocar a la perfección su saxofón y como todos lo querían tanto, el duende no tuvo más remedio que quedarse a vivir en la casa, cosa que hizo encantado, pues para él, Carlos y su familia eran la suya propia y los adoraba.
Hacían fiestas en casa y Binario invitaba a sus amigas las notas a casa, DO era la más graciosa, RE la más revoltosa, SOL la más alegre y cuando se juntaban todas formaban un jolgorio. Carlos se dio cuenta que sin música no se puede vivir, la música alegra los corazones se necesita música para todo, para los a nuncios, para el teatro, para el cine, para aprender y hasta para los videojuegos.