La pluma es la lengua del alma. Y la imaginación su alimento. Un ventilador eléctrico es un gigante, metálico, brillante, inoxidable y despiadado ¿O es un molino? El escenario está repleto de libros. Todo son libros, todo está construido con ellos, como en una parábola borgiana. Cervantes (ora manco, ora no), sopla y seca los pliegos que ha escrito, que va redactando en el trascurrir de la representación. Porque «La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos».
El Teatro Municipal de Tomelloso acogió este sábado En un lugar del Quijote, una adaptación libre de Ron Lalá de la novela del Manco (evanescente) de Lepanto. Disfrutamos de un gran espectáculo, para todos los públicos, de una estética riquísima, con momentos de risa, emoción y pasajes musicales magistrales.
Íñigo Echevarría interpreta a un Don Quijote, desgarbado, nada contenido, que es capaz de transmitir la locura del hidalgo con su alucinada mirada y su prosapia con la voz. El Sancho al que da vida Daniel Rovalher tampoco se queda atrás. Juan Cañas, Álvaro Tato y Miguel Magdalena dan vida a Cervantes, el cura, el barbero, Sansón Carrasco, el Caballero de los espejos, Cide Hamete Benengeli o Teresa Panza. Actuaciones llenas de vitalidad y energía, sublimadas, como decimos, con los magistrales momentos musicales que jalonan En un lugar del Quijote.
Los lances y aventuras trascurren sin solución de continuidad, sin tregua. Nos agarran de las orejas y nos llevan a velocidad del rayo por escenas de la novela, bien resueltas, con una escenografía mínima pero efectiva. Extrapolan aquel tiempo de escasez con la época actual (“En esta nación, quien escribe, sueña o piensa, suele tener vacía la despensa”). El vizcaíno, el bálsamo de Fierabrás, Aldonza, Dulcinea, el barbero, el yelmo de Mambrino, la cueva de Montesinos… La Edad de Oro (“Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados…”), Sierra Morena, o la playa de Barcelona. Todo gracias al montaje mágico de Yayo Cáceres, que hay que ver para disfrutar de la imaginación aliada con la literatura y el teatro.
Para acabar, los ronlaleros nos ponen cantando las notas al pie del espectáculo que acabamos de ver: “El Quijote entero duraría 20 horas”. Así que «quien quiera El Quijote entero, que se lea Don Quijote”.
El público del Municipal de Tomelloso, puesto en pie agradeció a Ron Lalá, con una sonora ovación, este verdadero regalo navideño.
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