Artículo enviado por Gema Cepeda Grande
«Queridos Reyes Magos:
Este año, por seis veces repetidas, he vuelto a ser buena y he recibido el apoyo de padres y hermanos, alguna trampa habré cometido, pero es de humanos equivocarse.
Quisiera una muñeca Nancy, un baby mocosete, colores, cuentos, golosinas….».
La historia que os voy a narrar, es real como la vida misma, cuenta como descubrí quienes eran esos misteriosos reyes que por Navidad, traían regalos a todos los niños, a pesar de no haber sido todo lo bueno y obediente que la ocasión merecía.
Soy la tercera de cuatro hermanos, la historia que voy a narrar, mi hermano “el chico”, no había llegado todavía al mundo, con lo cual, ocupando yo el último puesto, contaba con todos los privilegios de ser la pequeñita.
La casa paterna, donde morábamos, era grande, muy grande y esta historia se desarrollo, en un apartado de ella.
Explicare, querido lector, la distribución de habitaciones, para que ustedes puedan ponerse en situación.
Tres habitaciones formando una L, la parte de la patita grande de la ele, dos habitaciones conjuntas, separadas por una gran puerta, haciendo uso de comedor y salón, cada parte de ellas. La patita pequeña de la ele, era un “ropero”, lo que antes se destinaba para guardar prendas de invierno, mantas, toallas y otros ajuares.
No recuerdo exactamente, como era las habitaciones, pero si tengo grabado en mi memoria, que donde se desarrollo esta vivencia, el papel de la pared, era en tonos azules, grandes círculos unidos unos con otros.
Y había un mueble grande, pesado, robusto donde yacían unas estatuas, figuras de Santa Gema y Jesús de Nazaret.
Próximo al día tan feliz y grandioso, es decir, donde hacían su presencia los Reyes Magos, cargados de regalos para todos los niños, independientemente de tu comportamiento durante el año. Cosa curiosa, aun siendo buena, buenísima, el tema en la vuelta al cole, entre los niños, era repetitivo, nunca te traían lo que pedias. ¡¿Por qué?!
Acertada pregunta, que ahora cuarentona y siendo madre, entiendo a la perfección.
Prosigamos, no nos perdamos, me encontraba sentada en un sofá de dicha habitación, cuando mi hermano “el mayor”, que ha gozado siempre de gran desparpajo e imaginación, hizo su entrada.
Me pregunta, por mi seriedad y le comento toda avergonzadilla, que dudaba de los Reyes Magos, que no sabían quienes eran, y dudaba de su existencia. Que podían ser los padres, lo típico que se comentaba en nuestra camarilla.
Muy cargado de razón, se dirige a mí, me toma en sus rodillas y me comenta:
—Voy a despejar tus dudas, yo puedo presumir de haber visto a los Reyes Magos, cuando era niño, entrando y descargando los juguetes por el “ropero”.
Anonadada me quede, lagrimas fáciles asomaron a mis ojos, si mi hermano había visto a esos misteriosos personajes, es que existían de verdad.
Me contaba, que encontrándose él, en esa misma habitación, antes hacia función de dormitorio, la noche fantástica del 5 de enero, y no pudiendo conciliar el sueño, decidió esperar despierto la aparición de esos misteriosos personajes, que cargados de regalos, visitaban todas las casas de todos los niños, y que encima les daba tiempo en una sola noche.
Hacia las cinco de la madrugada, venciéndole el sueño, escucho ruidos y murmullos en el ropero.
Narraba todo emocionado, como se levantó de la cama, muy sigiloso, entre abrió la puerta del ropero, y observo lleno de jubilo entre una mínima rendija como, esos misteriosos reyes, descargaban los juguetes, y entre ellos su ansiado tren eléctrico que le había costado todo un año de sudor conseguirlo.
—¿Cómo eran Uti?
—Eran robustos, enormes, con grandes barbas y grandes manos. Sus voces eran dulces, agradables
—¿Cómo iban vestidos?
—Con capas muy grandes, era el único atuendo que sobresalía
—Y…¿sus camellos?
—En el corral, no pueden pasar dentro de la casa, sus ruidos despertarían a los niños
—¿Me estas engañando?
—No, no. Es la verdad. Si no crees en ellos, la magia se romperá para siempre. Yo los vi y puedo presumir de ello, aunque prometí guardar el secreto, pero hoy he decidido que salga a la luz, para intentar despejar tus dudas, y que la magia e ilusión de los Reyes Magos, vuelva a ti.
De momento, empecé a llorar de verdad, la alegría me inundaba, los Reyes Magos, existían, mis amigos eran necios e ignorantes, no tenían razón. Yo volvía a creer en ellos, porque mi hermano, los había visto y esos personajes eran de verdad.
¡Qué bien dormí aquella noche! Que paz y tranquilidad se respiraba en torno a mí.
Al día siguiente, toda sabihonda y contenta, corrí a contarle a mis amigos, que los Reyes Magos existía, que eran de verdad.
El destino, la vida con los años me hizo ver y creer que los Reyes Magos, son magia e ilusión, pero nada más. Físicamente no se muestran jamás, son personajes de ficción, de mentira, que buenos ratos y grandes ilusiones hacen pasar a los niños.
Esta vivencia, la he compartido con mi hijo, infinidad de veces. Le he contado que su tío Uti, los vio, que son reales, y que jamás en la vida deje de creer en ellos.
Tengo en cuenta, que cada año, aun siendo ya mayorcita, y veo el desfile de la cabalgata, no puedo olvidar, siempre viene a mi mente, los círculos enlazados de tonalidades azules, que decoraban la pared, donde descubrí la MAGIA E ILUSION DE LOS REYES MAGOS.