Noticias: microrrelatos
Sin prisa, por María Moreno
El caminante no tiene prisa, dice que no por mucho madrugar amanece más temprano, y él no madruga, lo que intenta es hacer las cosas a su debido tiempo, porque antes la fruta aun no está madura, y después ya está pasada.
El caminante habla poco y escucha mucho.
Habla con la gente pero nunca de sus cosas, sobre todo de las malas que, como todo el mundo las tiene, claro, porque cree que hablando de ellas las atrae, más si cabe, y si no las menciona le parece que no existen o se desvanecen en el espacio, y los pensamientos,...
Aplausos, por María Moreno
Hay veces que los aplausos no son precisamente de complacencia y reconocimiento al mérito o virtud, sino para finalizar algo no grato, ya que es la manera más educada y menos mordaz de decir a alguien que concluya una actuación o comparecencia aburrida o pesada
Denunciarlo al creador…, por María Moreno
El mar, La playa, avalanchas de gente que irrumpen en él, lo violentan y lo atacan, que extraño que de vez en cuando se trague a alguien como compensación a la invasión de tanto culo, de tantos humores que en él se depositan sin ningún pudor. El mar, gigante invencible al que el genero humano, cuyo pronombre no corresponde a los sinónimos que se le asignan, compasivo, misericordioso, bienhechor, y más…
La carta
Corrí al buzón de la correspondencia con la ilusión que siempre sentía en mi corazón cada semana a la llegada del cartero
El otro Sol, por María Moreno
Se dice que no hay mal ni bien que cien años dure, o por lo menos los mismos males y los mismos bienes. Como también se dice, con todo acierto, que después de la tempestad viene la calma, y sale el sol, ¿pero que sol? Nunca será el mismo sol que precedió a la tormenta, no, ese ya no volverá
Cada mañana pinto el cuadro de mi cara… por María Moreno
Cada mañana pinto el cuadro de mi cara como si pintara el óleo de mi vida para de alguna manera tener un beneficio de satisfacción personal, Y lo tengo que pintar cada día porque en la oscuridad de la noche se vuelve a desdibujar
Sin compasión, por María Moreno
De blancura inmaculada, quieta, serena, allí la vi y me atrajo. La tome en mis manos con el afán de llenarla de imaginación. Hice un trazo y ella tembló, y a medida que iba dejando mi huella vi que su color de nieve iba desapareciendo y adentrándose en el mundo de las sombras