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jueves, 28 marzo

La Condesa, por Manuel Buendía

La Condesa, por Manuel Buendía

Camina ligeramente encorvada, el rictus inamovible, con una ligera mueca casi imperceptible, y la mirada desafiante. Suele llevar una falda larga de estampados orientales y unas botas camperas, su pelo grasiento siempre se cubre con un excéntrico tocado con los más inverosímiles sombreros, y en cualquier época del año, un gran abrigo de imitación de piel de leopardo le cubre su cuerpo diminuto, algo que en el cruel estío de la meseta castellana llama poderosamente la atención. Para completar ese atrezo de homeless, va cargada con grandes bolsas de plástico con los más diversos y variados objetos, donde se incluye alguna botella de licor o un brick de vino, bebidas que mezcladas con los medicamentos de control psiquiátrico la convierten en una auténtica bomba de relojería.

Suele leer el periódico que roba de algún bar donde le tienen prohibida la entrada. Despide un potente aroma, mezcla de sudor y colonia barata, y habla sola y en voz alta, además suele increpar a las personas que con ella se cruzan. Los niños le llaman «la vieja loca», y los adultos «la Marquesa», a causa de un error de transcripción de un periódico local, en una noticia que ella protagonizó hace unos años. En realidad su apodo original era «la Condesa»,  es por tanto comprensible que el apodo haya sufrido ese ligero cambio de categoría aristocrática.

Representa más edad de la que en realidad tiene, y se cuentan muchas historias sobre ella, no todas ciertas, y casi siempre exageradas, al fin y al cabo ésa es la manera tradicional de alimentar las leyendas.

Vive sóla en una vieja casa que pertenece a un anciano muy aficionado a la compañía femenina, lo que es motivo de especulaciones de todo tipo, pero la realidad es que está sola en el mundo. Los Servicios Sociales han intentado varias veces ayudarla, pero eso es una auténtica misión imposible, sin embargo la sociedad local de ésta pequeña ciudad de provincias ha terminado, resignada, por aceptar su presencia.

Conocí a Estrella en 1980. Yo estaba en Madrid, en mi primer año universitario, estudiaba danza y arte dramático, y compartía piso con otra chica amiga suya. Ella venía de vez en cuando a pasar unos días en la capital, y se quedaba a dormir, pero casi a final de curso se vino a vivir con nosotras, por lo que habilitamos para ella una pequeña habitación que utilizábamos como estudio, cuarto de plancha, y trastero. Pronto empezó a trabajar de camarera en un local de moda, y con su encanto y atractivo, enseguida se hizo muy popular entre los ambientes modernos. Para nosotras dos fue un soplo de aire fresco, y gracias a ella empezamos a ir a fiestas y a conocer a todo tipo de gente, eso me favoreció particularmente a mí, ya que hice muchos contactos, que me ayudaron en mi carrera, y empecé a trabajar en algún espectáculo, e incluso conseguí mis primeros pequeños papeles en alguna que otra película.

Lo cierto es que Estrella se convirtió en una musa de la llamada «Movida Madrileña», allá por los principios de la década. Su extraña belleza cautivó a los artistas e intelectuales más modernos de aquel momento, y era habitual en todos los eventos de entonces. Los diseñadores le regalaban sus modelos más atrevidos y extravagantes, y ella los lucía con la naturalidad de quien necesita ser el centro de atención. Al año siguiente se enrolló con el cantante de una de las bandas que más éxito tenían por entonces, y dejó el piso para irse a vivir con él, sin embargo no duró mucho su relación, ya que al poco tiempo se fue a vivir con un actor que empezaba a triunfar, fue él quien le puso el apodo de «la Condesa». Ésa relación le duró algo menos de un año, y fue su mejor época. Empezó a trabajar de modelo, y aunque era bajita, su salvaje belleza le abrió las puertas de un mundo que quiso devorar.

Después de su relación con el actor, estuvo un tiempo con un fotógrafo de moda, y a éste le siguieron algunos más, pero su declive había empezado, a causa de sus excesos. En realidad lo que ocurrió es que dejó de estar de moda.

La vorágine de aquellos años llevó a muchos de aquellos protagonistas a caminar por el lado oscuro, inmersos en la atractiva vida nocturna, devorando cada minuto, con la intensidad propia de unos jóvenes, que despertaban a un mundo en el que las reglas dejaban de existir, y en el que todo estaba por descubrir. Esa energía, en muchos casos, estaba cargada de frivolidad, y totalmente vacía, por lo que muchos de ellos cayeron en el infierno de las drogas, al cual el ritmo de esa vida hedonista les llevó sin casi enterarse, incluyéndola a ella. De manera natural se convirtió en la  proveedora de todo tipo de sustancias, encontrando así su verdadera vocación.

Luego vino la debacle, en una carrera hacia el infierno. Estuvo un tiempo en Barcelona, después en Canarias, y durante varios años todos los que la conocíamos le perdimos la pista. No sé qué será de ella en éste momento, pero no puedo olvidarla, ya que forma parte de mi vida, de una época maravillosa donde ella fue la protagonista principal, y en la que yo fui espectadora de primera fila.

Es innegable que hay ciertas personas que se cruzan en nuestra vida e inexplicablemente nos marcan para siempre. Me enamoré de Estrella el primer día que la ví. Por entonces yo acudía a la facultad un día lectivo de cada tres, pero casi todas las noches salía a algún local de moda, locales donde tarde o temprano ella acudía. Las rentas que mis padres me habían asignado eran generosas, demasiado generosas para un universitario, eso me convertía en un personaje popular al que -igual que ella-nunca le faltaba compañía. Durante todos esos años mantuvimos una relación semiclandestina. Ella iba cambiando de parejas, pero de vez en cuando nos veíamos, y siempre conseguía algo de mí. Yo tenía claro lo volátil de nuestra relación, sabía que ella era incapaz de amar a nadie más que a sí misma, pero confiaba en que algún día terminaría conmigo.

Cuando empezó su decadencia recurrió de nuevo a mí. Yo pagué todos sus caprichos, cargué con todos sus problemas, y me sumergí en el lodo junto a ella. Cegado por un amor obsesivo, intuí que podría retenerla, haciéndola dependiente de mí, sin embargo sólo contribuí a hacerla dependiente de otras sustancias. No la perdí, porque nunca la tuve. Se marchó dejándome en lo más profundo del pozo del que poco a poco me recuperé, a pesar de ello muchas veces pienso que lo cambiaría todo por estar con ella de nuevo.

Han pasado diez meses, y «la Marquesa» no ha dado señales de vida. Durante mucho tiempo nadie se dio cuenta de su ausencia. Fue un día en una tertulia de café, que a un conocido personaje local se le ocurrió contar una anécdota de aquellos años ochenta, anécdota en la que ella era protagonista, y de pronto alguien cayó en la cuenta de que hacía mucho tiempo que nadie la veía. Después comenzaron de nuevo los rumores de todo tipo. Yo, como trabajadora de los servicios sociales viví todo aquello de cerca; intentamos localizarla, pero en la casa donde vivía no contestaba nadie. Preguntamos a los vecinos, pero éstos llevaban mucho tiempo sin saber de ella, y a la pregunta de que por qué no habían informado, éstos contestaban que eran las autoridades las que se deberían de haber preocupado, al no recibir las habituales denuncias.

Luego intentamos hablar con el anciano dueño de la casa, pero éste llevaba unos meses internado en una residencia afectado de Alzheimer, sus herederos vivían en Barcelona y no sabían nada del paradero de la inquilina. Entonces se pidió una orden al juez para poder entrar en la casa, pues nos temíamos lo peor, sin embargo no había señales de ningún hecho trágico. Consta en los archivos policiales como desaparecida, y a día de hoy no se sabe nada de su paradero.

Estrella López Muñoz; la que fue la musa de la modernidad, alias «la Marquesa», no volvió a dar señales de vida, ella que dedicó toda su existencia a ser el centro de atención, se diluyó sin que nadie notara su ausencia.

Manuel Buendía Pliego
Manuel Buendía Pliego
Persona inquieta y multidisciplinar. Artista plástico, profesor de dibujo y acuarela, diseñador, gastrónomo, y escritor aficionado. Ha publicado en distintos medios digitales varios relatos, también ha publicado un libro de microrrelatos junto a Carlos Naranjo, y está trabajando en varios proyectos editoriales.
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