Visitar los lugares que inspiraron a Antonio López Torres, uno de los mayores representantes del Realismo en España, es un privilegio de esos a los que merece la pena dedicar unos días. Una escapada de primavera, por ejemplo, ¡la Semana Santa!
Si buscas el verdadero origen del enoturismo, tienes una escapada pendiente a la Ruta del Vino de La Mancha. Sus cuevas subterráneas cuentan las raíces de una cultura del vino que se remonta a principios del siglo XIX, cuando ni siquiera existían las bodegas tal y como las conocemos hoy en día. El ‘Maestro del Realismo’ pintó la luz de las de Tomelloso en 1923, pero hay muchas más. Ven a conocer lo que se esconde bajo el suelo del mayor viñedo del mundo. Hay todo un arte ancestral deseando ser descubierto.
Las cuevas-bodega de Tomelloso: la luz que vio el ‘Maestro del Realismo’
La belleza y delicadeza de los cuadros de Antonio López Torres lo llevó a ser nominado a los Premios Príncipe de Asturias de las Bellas Artes en 1984 y a ser recordado en el mundo como un referente en lo que hacía: Arte de lo cotidiano, de la costumbre manchega, de los paisajes que narran la sencillez de esta tierra que emana vino por los cuatro costados. Visitar el museo que lleva su nombre, a pocos metros de la casa donde vivió sus últimos años, es visita obligada para apreciar con detenimiento cada detalle de su obra. El mismo espacio es una obra de arte.
Pero recorrer los rincones que despertaron su talento es otra experiencia que merece la pena vivir en la Ruta del Vino de La Mancha y las cuevas-bodega de Tomelloso son, sin duda, una de las maravillas que el viajero tiene la suerte de ver en persona y a través de los ojos del ‘Maestro del Realismo’.
Más de 2.200 cuevas se llegaron a esconder bajo los pies de la ciudad de Tomelloso, a unos 12 metros de profundidad. Tantas como vecinos elaboraban vino en su casa pues, a falta de bodegas, en el siglo XIX los particulares horadaban estos espacios para elaborar vino (se fermentaba en barricas de barro) y almacenarlo lejos de las drásticas temperaturas de la meseta. Miles de metros de túneles se extienden bajo parques y alamedas (si se pusieran las cuevas-bodega en fila formarían un túnel de 40 kilómetros); infinitos pasillos enmarcados por hileras de tinajas de hasta 6.000 litros de capacidad. Es ‘el otro Tomelloso’, el subterráneo; el que dibujó uno de nuestros más grandes artistas de la luz. Un auténtico Museo del Vino que se puede visitar y en el que incluso se organizan catas de vino especializadas.
El Provencio subterráneo: ‘El pueblo olvidado’
Bajo los cimientos de muchas de las casas de esta parada de la Ruta del Vino de La Mancha a su paso por la provincia de Cuenca, se esconden cuevas centenarias que servían para almacenar la comida y fermentar el vino. ‘El pueblo olvidado’ le llaman, pues ha pasado mucho tiempo hasta que se ha vuelto a poner en valor este legado que hoy es motivo de orgullo y ejemplo evidente de las profundas raíces vitivinícolas del mayor viñedo del mundo.
Acercarse hasta este rincón de La Mancha a recorrer las galerías subterráneas que hablan de siglos de enoturismo es una escapada en la que combinar historia, patrimonio y gastronomía con el vino como principal hilo conductor. Un viaje a los orígenes del vino que te lleva hasta El Provencio.
Catas en la cueva de la Casa de la Encomienda de Socuéllamos
Cuna y hogar de los comendadores de la Orden de Santiago, este edificio renacentista de 1440 cuyos muros fueron un día testigo de la administración de las tierras y tributos de los pueblos indígenas durante la colonización española en América, hoy asisten en ocasiones a selectas catas de vino y degustaciones en algunas de sus dependencias como su patio central, su cueva o su bodega.
A pesar de que la Casa de la Encomienda de Socuéllamos se abre al viajero únicamente en fechas señaladas, éstas son una gran oportunidad para conocer por dentro las distintas dependencias de esta casa solariega que un día hospedó en una de sus habitaciones a Santa Teresa de Jesús.
Las tinajas de Villarrobledo: los otros ‘Gigantes’ de La Mancha
En muchas de las cuevas que se esconden bajo los pies del viajero que recorre la Ruta del Vino de La Mancha se encuentran tinajas de barro, muestra clara del servicio que estas cuevas daban a los manchegos, sirviendo tanto de almacén de vino como de refugio frente al calor del verano. Estas tinajas, en las que se ha elaborado vino desde hace siglos, han salido siempre de las manos de artesanos de Villarrobledo, otra de las paradas de la Ruta del Vino de La Mancha.
Allí el viajero puede encontrar el Centro de Interpretación de la Alfarería Tinajera, un espacio en el que aprender sobre esta técnica ancestral de elaborar tinajas de hasta 4 metros de alto y en el que se rinde homenaje a esta tradición tan ligada a la cultura vitivinícola de la región. La memoria de la ciudad se guarda en este lugar. Aquí se preserva el arte de hacer los otros gigantes de La Mancha: las tinajas. Tinajas que hoy en día se exportan a queserías, bodegas y licoreras de todo el mundo. Una de las maravillas, sin duda, de la Ruta del Vino de La Mancha.
Medrano: casa, cueva, cárcel y cuna de Don Quijote
En Argamasilla de Alba, la casa-cueva de Medrano (S.XVII) es El Lugar. El lugar de cuyo nombre no quiere acordarse Miguel de Cervantes. La historia cuenta que el escritor del Siglo de Oro estuvo preso en esta cueva y fue aquí que se inspiró para comenzar a escribir las andaduras del ingenioso hidalgo, una de las grandes obras de la literatura universal.
En este espacio subterráneo, que sirvió de casa, de almacén y de prisión, el viajero puede acercarse a uno de los elementos más cervantinos de la Ruta del Vino de La Mancha. El lugar en el que nació la obra que ha llevado la gastronomía, las tradiciones, la cultura y los vinos manchegos a cada rincón del mundo.
Las casas-cueva del Barrio del Albaicín de Campo de Criptana
Visitarlas es una conexión directa a la auténtica vida criptanense, a las raíces del Barrio del Albaicín, que llena de luz desde hace siglos el hermoso Cerro de la Paz, que llegó a presumir de hasta 34 molinos de viento. Actualmente, perderse por las callejuelas y plazas de este rincón de Campo de Criptana es admirar la belleza de una decena de molinos (el primer domingo del mes se puede asistir a una molienda tradicional y a la puesta de los lienzos en las aspas) y colarse en algunas de las más de 300 casas-cueva que aún se conservan (algunas se pueden visitar).
El vino no ha llenado las cuevas excavadas bajo este cerro plagado de ‘gigantes’, pero sí que ha formado parte de la vida de los locales desde hace siglos; unas raíces que aún perduran, dejando el honor al viajero de poder disfrutar de la mejor gastronomía manchega maridada con los mejores vinos locales en una de las cuevas más hermosas de Criptana: Cueva La Martina. Un espacio gastronómico en el que rendir cuenta de los mejores bocados de la cocina manchega.
La cueva del Museo del Hidalgo de Alcázar de San Juan
Ubicado en una antigua casa solariega del siglo XVI, conocida por el nombre de Casa del Rey, este espacio museístico esconde otro tesoro subterráneo de la Ruta del Vino de La Mancha. Una cueva en la que el viajero puede conocer la historia que respiran las paredes de este lugar, al tiempo que disfruta de una cata de vinos de la zona (previa reserva de la actividad).
Nada mejor que descubrir cómo era la vida de los hidalgos, la aristocracia rural que inspiró a Miguel de Cervantes cuando creó el personaje de Don Quijote de La Mancha.