Este que escribe, no hace muchos meses asistió en primera fila a la reinauguración de la Plaza de España de Tomelloso, nuestro pueblo. Fue un momento histórico: miles de personas concentradas observando el espectáculo concentrado a tal fin.
Este domingo tarde, con el buen tiempo y gracias al «privilegio» que tenemos los comunicadores para movernos, y aprovechando la luz de esta soleada tarde de domingo, pensé en ir a acercarles un poco de Tomelloso a los que permanecen en casa. En ningún momento se me pasaba por la cabeza volver a vivir un momento histórico esa tarde, pero para mí así fue. Estar en el centro de la plaza de mi pueblo, un domingo por la tarde, con el silencio más absoluto, roto tan solo por el piar de algunos pájaros y el aleteo de una paloma… Créanme cuando les digo que al menos para mí fue algo histórico.
Sentí orgullo de mi pueblo, respetando el estado de alarma, al menos en el centro aunque supongo que en todo él. Todos en casa, protegiéndonos los unos a los otros, los unos de los otros. También sentí miedo al estar ahí solo, con la única compañía de Plinio y don Lotario, que siguen charlando en silencio frente al casino de San Fernando. Sentí respeto, y mucho, cuando vi las banderas del Ayuntamiento a media asta. Por los que ya no están y por los que no estarán.
Asómense a sus ventanas y a sus balcones y escuchen el silencio de nuestra ciudad estos días. Escuchen el piar de algún pájaro, un coche lejano, quizá la televisión de algún vecino. Y permanezcan en sus casas para luchar en esta batalla que vamos a ganar.