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martes, 26 marzo

El Hospital General Universitario de Ciudad Real, centro de referencia en el tratamiento del cáncer de próstata con cirugía laparoscópica

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Cada año pasan por los quirófanos del Hospital General Universitario de Ciudad Real, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, alrededor de doscientos pacientes aquejados de una patología prostática. Un centenar precisan de una solución quirúrgica para un tumor maligno y el resto como recurso para paliar las consecuencias no deseadas de la tendencia de esta glándula a aumentar de tamaño a medida que el hombre envejece. Es la hiperplasia benigna de próstata (HPB).

La próstata es una glándula que produce una parte del líquido que transporta los espermatozoides durante la eyaculación. Dicha glándula rodea la uretra, el conducto por el que la orina sale del cuerpo y tiene tendencia natural a incrementar sus dimensiones con la edad. Tanto es así que, según los datos que maneja el jefe del servicio de Urología del hospital ciudadrealeño, Luis Calahorra, la HBP ya se aprecia en el 20 por ciento de los varones entre 41 y 50 años, porcentaje que sube a la mitad en los hombres entre 51 y 60 años y llega al 90 por ciento de los de 90 años o más.

Esta prevalencia, unida a la del cáncer de próstata, el quinto entre los tumores diagnosticados y el segundo sólo entre los hombres, llevó a instituir en 2005 el Día Europeo de la Salud Prostática, que se conmemora hoy, 15 de septiembre, para concienciar a todos los ciudadanos sobre la importancia de realizarse revisiones periódicas para prevenir e identificar las enfermedades de la glándula prostática.

Benigna, pero sin prevención

Cómo ya se ha dicho, la más común es la hiperplasia benigna, la HPB, cuyos síntomas son la disminución fuerza y calibre del chorro, tener que hacer fuerza para orinar, micción intermitente, goteo postmiccional, sensación de vaciado incompleto, aumento de frecuencia miccional tanto de día como de noche y molestias y urgencia al orinar.

Con estos síntomas, que no se pueden prevenir y que el paciente sólo puede mitigar aplicando algunas medidas higiénico-dietéticas como no beber mucha agua antes de ir a la cama, repartir la ingesta de líquido a lo largo del día, dejar de lado los picantes y el café y evitar el estreñimiento y la vida sedentaria, hay que consultar a un facultativo, que no tiene por qué ser un especialista porque “el médico de familia está capacitado para hacer un diagnóstico inicial y prescribir un tratamiento”, aclara Calahorra.

Los dos tipos de fármacos que se utilizan con más frecuencia para tratar la HPB, los alfa-bloqueantes, que relajan el músculo liso del tracto urinario inferior y mejoran los síntomas, pero sólo mientras se toman, y los inhibidores de la enzima 5a-reductasa, que actúa más lentamente reduciendo el tamaño de la próstata y su efecto perdura al finalizar el tratamiento. Otra opción es combinar ambos fármacos porque se consigue paliar la retención urinaria y el riesgo de  someterse a una operación. Otros fármacos reducen la frecuencia de las micciones y el deseo imperioso de orinar.

El responsable del Servicio de Urología asegura que estos medicamentos han disminuido el número de operaciones por HPB. Cuando el paciente no responde a la medicación o se producen complicaciones por la obstrucción del tracto urinario, como la imposibilidad de orinar (retención) que obliga a llevar sonda, deterioro de la función de los riñones, formación de piedras, sangrado, infecciones de orina de repetición, etc, es necesario recurrir a la intervención quirúrgica.

Existen diferentes técnicas –termoterapia, microondas, radiofrecuencia, etc.—pero la estándar es la resección transuretral, la extirpación a través de la uretra de la porción central de la próstata y que se emplea con glándulas de menos de 60 cm³; cuando son de mayor tamaño se recurre a la cirugía abierta. Cada semana se practican dos o tres intervenciones en el Hospital de Ciudad Real con estas técnicas.

Lo que sí quiere dejar patente el doctor Calahorra es que “la hiperplasia benigna de próstata no predispone a padecer un cáncer. Son dos enfermedades distintas que pueden coexistir ya que ambas aumentan su incidencia con la edad. En ocasiones se diagnostica un tumor cuando se estudia un paciente con HPB”, explica. De ahí que se aconseje consultar a partir de cierta edad y especialmente cuando aparecen síntomas.

Revisión a los 50 años

Y es que el cáncer de próstata es el tumor más frecuente en Europa entre varones de 65 años. El 11,7 por ciento de los nuevos diagnósticos en el mundo y el 19 por ciento en los países industrializados son de tumores prostáticos.

Esta alta incidencia ha llevado a las autoridades sanitarias a cuestionarse la necesidad de someter a un chequeo a toda la población diana, como ya se hace en Castilla-La Mancha con el cáncer de mama y se va a empezar a hacer con el de colon, pero “no se ha demostrado que ese screening fuera a ser beneficioso”, apunta el jefe del servicio de Urología del HGUCR.

“Lo que sí es aconsejable –prosigue– es que a partir de los 50 años, o antes si hay antecedentes en familiares de primer grado, los varones acudan a su médico de familia para que efectúe una valoración inicial que incluirá la historia clínica, un tacto rectal y un análisis de orina y uno de sangre que reflejará el antígeno prostático específico, PSA por sus siglas en inglés, y la creatinina y, a veces, una ecografía. Si detecta algo sospechoso en el tacto rectal o aparece un PSA elevado ya lo derivará a los servicios especializados”.

Ahora bien, una cifra de PSA alta por sí sola no siempre tiene que ir asociada a un tumor de próstata porque “no es un dato infalible”, advierte Luis Calahorra: “te puedes encontrar con biopsias negativas en pacientes que arrojen un PSA superior a diez y con algunas positivas en pacientes que no llegan a cuatro porque son tumores muy incipientes”.

El protocolo establece que a los pacientes con un PSA mayor de diez o un tacto rectal sospechoso siempre se les somete a biopsia y a los de menos de cuatro cuando aparezca alguna anomalía en el tacto rectal; entre cuatro y diez los urólogos se apoyan en otras herramientas como la fracción libre del PSA y la correlación entre el volumen prostático y el valor del PSA, mayor cuanto más grande es la glándula.

Uno de los últimos avances en el diagnóstico del cáncer de próstata es la resonancia nuclear magnética multiparamétrica para el estudio de la glándula prostática. Según el jefe del servicio de Urología, “esta técnica permite diagnosticar tumores de alto riesgo y realizar biopsias guiadas y, además, facilita la denominada vigilancia activa, que consiste en el control  periódico de la evolución de tumores de bajo riesgo con biopsia y PSA anuales. Esta modalidad retrasa o evita los efectos adversos de tratamientos como la cirugía o la radioterapia”.

En el caso de un tumor que precise intervención, el diagnóstico se complementa con un estudio de extensión que puede incluir un scanner y una gammagrafía ósea para determinar si está extendido fuera de la próstata. Si el tumor está localizado se puede resolver con cirugía o radioterapia. Si está diseminado, se trata con fármacos que inhiben la testosterona o con quimioterapia para frenar el desarrollo del tumor. El Hospital General Universitario de Ciudad Real es centro de referencia en cirugía laparoscópica aplicada al cáncer de próstata y realiza un centenar de intervenciones al año.

El porcentaje de éxito es elevado porque, como señala Luis Calahorra, “el cáncer de próstata es curable. De ahí la importancia del reconocimiento de los síntomas y de la detección precoz”.

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