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viernes, 19 abril

Nunca se hizo tanto en tan poco tiempo, por Andrés Cañas

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Los cuatro o seis jubilados que nos juntamos en el paseo matinal, recomendado a nuestra edad, tras cubrir una primera parte del paseo nos sentamos a tomar café en el chiringuito que hay dentro del recinto del parque y hablamos de nuestras cosas. Hoy la tertulia la hemos centrado en lo mucho que ha mejorado la calidad de vida de las personas, tanto en el ámbito rural como en la población urbana, en poco más de medio siglo.  Mejora que gracias a la alta tecnología y al desarrollo observado en ese mismo tiempo, hace que ahora se disfrute de una comodidad a niveles impresionantes.  Es decir, que con el último medio siglo XX y los primeros años del XXI ha bastado para que hoy dispongamos de lo que jamás pudimos ni soñar.

—Imagino que sabéis —nos dice uno del grupo— que este año en España se ha batido el récord respecto del número de turistas que nos han visitado.

—Sí, eso es lo que se comenta —responde otro—. Y no es extraño, porque nosotros hemos pasado unos días en Blanes que es donde vamos de vacaciones los veranos y no solo las playas estaban llenas de gente todos los días, si no que para comer o cenar en cualquier restaurante había que encargar mesa con antelación.

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—Igual pasa en Salou, que hemos estado nosotros —añade un tercero—.  Pero es que las playas españolas tienen tanto atractivo, que todos los años falta sitio para acoger a tantos turistas como nos visitan.  Además, como hay tantas familias que viven del turismo, muchas de ellas se han hecho de su apartamento en la playa y residen en él todo el año.

Como el movimiento turístico significa tanto para nuestra economía y promociona la «marca España» por el resto del mundo, hemos añadido a nuestro comentario el crecimiento que se detecta acerca de las «Casas Rurales», muchas de ellas convertidas en espléndidos complejos dotados de todo tipo de servicios para el descanso. Con lo cual se está posibilitando la rehabilitación de algunos pueblos pequeños, prácticamente deshabitados, donde la vegetación y la naturaleza en general no solo es un bien muy saludable, sino que es la base de un decorado todavía sin contaminar.

—¿Qué ha pasado con tu hermano y su familia, que vemos a otra gente en el apartamento que tienen en la playa? —pregunta uno a otro de los del grupo

—Nada, no ha pasado nada. Es que su hija, la casada, como su marido es biólogo  (creo que botánico) y un apasionado de los bosques, se han comprado una casa abandonada en la provincia de Huesca y se la están arreglando para irse a vivir a ella en cuanto la tengan lista para habitarla. Y como ellos dos trabajan, mientras duren las obras, es mi hermano quién acompaña a los albañiles. Así que el apartamento de la playa, como ellos no pueden ir este año, lo han alquilado para estos meses de verano. Eso es todo.

En la España rural, aquella que con el fenómeno de emigración de los años cincuenta y sesenta se quedar medio deshabitada, algunos Ayuntamientos, cabecera de Comarca, se resisten a dejar huérfanos a esos pequeños municipios del interior y facilitan terreno gratis incluso ayudas a familias jóvenes que les guste el campo y estén dispuestas a trabajar la agricultura o la ganadera. Y hasta es probable que el atractivo que se pretendiese dar al interior del país con los conocidos «paradores nacionales», ahora se multiplique con la reconversión de aldeas deshabitadas y caseríos abandonados en lugares de descanso,  de cara al interés que está despertando el «Turismo Rural».

Por tanto, para los que emigramos en los años cincuenta y sesenta por dudar del futuro más inmediato en nuestro lugar de origen,  para nosotros —insisto— resulta cuando menos satisfactorio ver que la modernidad vuelve a dar vida a un mundo que ha estado a punto de ser ignorado.

De ahí que a cada uno de nosotros nos emocione aquellas viejas costumbres que al paso del tiempo han ido quedando por el camino. Estilos de vida que ahora, tan inteligentemente, se están actualizando. Y como todos los del grupo compartimos el mismo sentimiento de sana añoranza por lo que  dejamos en nuestro lugar de origen, nos despedimos hasta otro día, profundamente reconfortados.

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