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miércoles, 17 abril

Dialógos con mi abuela, por Ramón González Martínez

A medida que avanzamos en la existencia de cada cual, que los años se cumplen, el bagaje e incluso lastre de la vida nos proporciona experiencia que, muchas veces,  asimilamos a recuerdos de consejos y charlas con nuestros mayores, con la sabiduría que se desprendía de quienes unían en sus palabras muchos años, mucho vivido y todo el amor .

“Siéntate y siéntete…”, eso me decía  mi abuela cuando, nervioso por cualquier asunto, me atrevía a contárselo.  Otras veces eso lo resume muy bien el dicho…”cuenta diez antes y si es preciso y el tema lo requiere, cuenta hasta cien”.703998_hands_

Vamos rápido, con mucha prisa   por la vida, el reloj marca casi todo en  el día a día, no nos sentamos  lo necesario, no dejamos descansar los cuerpos para que músculos y nervios se relajen, pero ello supone algo peor;  no nos sentimos, no escuchamos  ni al corazón ni a la razón.

La necesidad de auto escucha,  lo imprescindible que resultan los silencios con uno mismo, ese parón que oxigena el ánimo, que reconduce el camino, parece que no es lo que está de moda.

Nos instalamos en el “quejio”, en las comparaciones, en  tener más, sí más de todo lo comprable, y menos de todo lo no vendible.

Hace falta estarse quieto muchas veces, puede que  se gasten energías en mucho ir y venir y no se tengan las “pilar cargadas” cuando de verdad hay que estar e incluso correr.

Inma Delgado Fotografía New Born

Pero para eso, para la necesaria  dosificación del gasto de energía vital, antes tenemos que sentirnos y sentarnos, escuchar  la multitud de voces interiores que a veces nos gritan porque nos hemos ensordecido por los ajetreos exteriores,¿ perder? minutos en actividades superfluas  puede suponer encontrar las horas para  las acciones importantes.

Quedarse a solas es propiciar la mejor forma de estar con los demás. Sentirse  uno mismo es  el sendero  idóneo para  comprender a los otros. Pararse es el camino para no deambular  a la deriva. El folio en blanco, que puede suponer el día siguiente, es el mejor soporte  para intentar no escribir muchas líneas negras.

Saber de la realidad que nos rodea puede ser, si nos sentamos y nos sentimos, una forma de evitar las múltiples montañas rusas en las que nos subimos en muchas ocasiones para buscar lo que “no tenemos” sin  valorar  con  justa ponderación  las “suertes” que la vida nos ha otorgado.

Ya lo decía el escritor estadounidense Kurt Vonnegut :

 “Concédeme, Señor, serenidad para  aceptar las cosas que no puedo cambiar, valentía para cambiar las cosas que sí puedo cambiar, y sabiduría para conocer siempre la diferencia”.

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