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miércoles, 24 abril
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Papá estado, por Manuel Buendía

Los acontecimientos se precipitan inexorablemente en una realidad actual más cercana al universo literario de Charles Dikens que a “Un mundo feliz”. Una pequeña concentración de gente a las puertas de una entidad bancaria con la intención de un acto simbólico en Tomelloso ha dado lugar a una gran polémica en las redes sociales, en las que se ha llegado una vez más a traspasar los límites del respeto y la tolerancia.

No voy a profundizar más en el tema, pero debo hacer unas observaciones ante la avalancha de argumentos que muchos ignorantes han aportado. Quiero aclarar que cuando digo ignorantes quiero decir que ignoran la realidad (otra forma de ignorancia es el desconocimiento del significado de las palabras):

La acción concreta no era exactamente un escrache, porque los escraches se hacen ante el domicilio de algún político que apoya unas políticas concretas que perjudican a los escracheados. Las plataformas de afectados por las hipotecas luchan para que se pueda conseguir la dación en pago, y por algo tan digno y constitucional como es que no se desahucie a nadie hasta que pueda conseguir otra vivienda. Ese principio constitucional parece ser que a algunas personas les molesta porque su felicidad depende de la infelicidad de los demás, porque sus vidas son tan penosas que necesitan sentirse superiores, y argumentan que si ellos pagan su hipoteca, todos están obligados a hacerlo, pero resulta que eso no lo discute nadie, sólo que también estamos defendiendo el derecho a la vivienda digna que dice nuestra constitución, y en estos casos los poderes públicos deben velar por que esto se cumpla.interior Dámaso

No voy a hablar de las felonías que han cometido las entidades financieras, porque sería cansino y reiterativo (doblemente cansino), quiero hablar del sentido común, de reorganizar la sociedad en otro rumbo, donde todo el mundo tenga cubiertas sus necesidades más elementales, porque si no es así, este tinglado se desmorona, como estamos viendo que ocurre en nuestro país a marchas forzadas.

Al parecer, mucha gente defiende la idea de que Papá Estado no debe estar para rescatar a los ciudadanos. Muchas personas que defienden esa idea viven de Papá Estado como alcaldes, consejeros, asesores, diputados, senadores, etc… Pero también muchos de ellos tienen empresas que trabajan para la administración, otros dirigen las empresas que han privatizado los servicios públicos, y tanto unos como otros, de los beneficios que obtienen por sus jugosos contratos, reparten un porcentaje con los políticos de turno dentro de sobres. Luego esos “intachables” ciudadanos llevan su dinero a paraísos fiscales y crean Sociedades de Capital Variable para pagar sólo el 1% de impuestos, mientras que un trabajador normal paga una media del 30%.

El Estado es una gran familia, y mientras no exista otra forma de organizar la sociedad, es éste el que a cambio de nuestros impuestos nos da la cobertura necesaria para que los ciudadanos tengamos todas nuestras necesidades cubiertas, como un padre con sus hijos. Por eso a mí me gusta  el concepto de “Papá Estado”, claro que sí! Pero repito que el Estado debe rescatar a las personas, no a los bancos u otros carroñeros.

Diputación de Ciudad Real

Personalmente pienso que los aproximadamente 3 millones de viviendas vacías, que son propiedad de los bancos, deberían ser expropiadas por el Estado, ya que éste les rescató, para proveer a los ciudadanos menos afortunados de viviendas en alquiler asequible, y además todo ciudadano debe tener derecho a una renta básica para evitar la exclusión social y no salir del sistema por la puerta de atrás. El Estado debe redistribuir la riqueza, porque hay un dato abrumador: Las 30 personas más ricas de España podrían seguir siéndolo con la mitad de su fortuna, sin embargo con ese dinero se podrían mantener todas las pensiones, la sanidad, los servicios sociales, la educación y además con inversión se podrían crear unos 3 millones de empleos. Todo esto haría que desapareciera la crispación y la desesperación de la sociedad y que volviera la paz social, pero debe haber gente a la que eso no le interesa, aunque aún no entiendo muy bien porqué.

Tengo un conocido que, por no sé qué motivos, aboga por la eliminación completa de las ayudas gubernamentales, que está en contra de la seguridad social, del subsidio del desempleo, de la sanidad y educación gratuitas, pero que sin embargo está desesperado porque cada vez entra menos gente a comprar a su tienda y va a tener que cerrar. Su negocio, como el de otros muchos, no tendría que cerrar si el Estado cubriera a todo el mundo sus necesidades básicas, sin embargo al parecer es más importante estar por encima de los demás aunque eso te lleve a la ruina.

La ignorancia y el egoísmo irracional son el cáncer de nuestra sociedad.

Manuel Buendía Pliego
Manuel Buendía Pliego
Persona inquieta y multidisciplinar. Artista plástico, profesor de dibujo y acuarela, diseñador, gastrónomo, y escritor aficionado. Ha publicado en distintos medios digitales varios relatos, también ha publicado un libro de microrrelatos junto a Carlos Naranjo, y está trabajando en varios proyectos editoriales.
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