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viernes, 19 abril

Malos hábitos, por Andrés Cañas

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El hecho de ser laringectomizado por cáncer, atribuido al consumo habitual de tabaco, hizo que me interesara en conocer la correlación entre ambos padecimientos, así como los métodos utilizados para la No iniciación a consumirlo, o la deshabituación si se consume.

De ahí que me sumara al voluntariado de la Asociación Española Contra Cáncer  por si,  entre lo que aprendiese dentro de ella y mi experiencia personal, podía ayudar a quienes lo necesitara, fuese en tareas de rehabilitación a convalecientes o en campañas informativas respecto de la «detección precoz».

De tal manera, que nos pusimos en contacto con Institutos de Enseñanza Secundaria (IES) ofreciéndonos para intentar inculcar nuestros primarios conocimientos  a los escolares, sobre las negativas consecuencias que puede llegar a tener el consumo habitual de tabaco.

Teniendo en cuenta que la incidencia que tiene el consumo, entre la población escolar incluida la universitaria, es tan considerable que requiere tomar medidas juiciosas para atajarlo a tiempo.

He aquí una pequeña muestra de lo que eran los diálogos en nuestras animadas charlas en uno de los citados colegios:

¿Es tan malo el tabaco como se dice? —pregunta un alumno del curso 2º C

—El tabaco es una planta de la que se extrae la nicotina.  Y según el diccionario de la lengua, nicotina es «alcaloide venenoso».  Como además, en sus diversas elaboraciones, se le añade otras sustancias igualmente  tóxicas, aún lo hacen peor.

—¿Si todo el mundo sabe que el tabaco es tan malo para la salud, cómo es que hay tanta gente que fuma?

—Porque el fumador, generalmente, suele comenzar a fumar en la adolescencia.  Y como el tabaco, además de la toxicidad, tiene tanto poder de adición,  aunque al probarlo por primera vez tenga un sabor desagradable y produzca náuseas, a pesar de todo se continua fumando.

¿Tan frágil es la voluntad de las personas, para no ser conscientes de estar consumiendo algo que hace tanto daño?

—El hecho de comenzar a fumar tan jóvenes,  intentando aparentar ser mayores de lo que se es, o creyendo que el cigarro ejerce de complemento mediador en la relación social entre individuos, influye para que sean pocos los que reparen en que pudiera tener tan aciagas consecuencias.

Mi abuelo dice que antes, lo de fumar era solo cosa de hombres. ¿Usted cree que mi abuelo tiene razón? —pregunta una chica del mismo curso 2º C

—¡Claro que tu abuelo tiene razón!  Las personas mayores sabemos que tiempo atrás era el varón quién se significaba como fumador con  licencia.  Ahora, sin embargo, las chicas fumáis tanto como los chicos y a nadie escandaliza, ya que vuestra actitud pasa poco menos que desapercibida.

En nuestra clase, cuando salimos al patio, si algunos fumamos es porque nadie nos dice nada.  ¿Usted cree que no se nos reprocha debido a que algunos profesores fuman?

—Podría ser, sí.  Pero vosotros que estáis en edad de evitarlo, si no fumaseis ninguno, tendríais gran influencia para disuadirles de que no fumen ellos tampoco. Les haríais sentirse incómodos.

—¿Y qué podemos hacer quienes ya lo hemos probado, para no caer en la adición como usted dice que cayó cuando era poco más o menos de nuestra edad?

—Mirar, para responder a esa pregunta solo tengo una respuesta: no fumar.  Y si ya lo habéis probado,  y notáis alguna necesidad de fumar, igual chicas que chicos, deberéis reconocer que estáis siendo víctimas de vuestra propia debilidad, y no olvidéis – insisto – que ahora estáis a tiempo de evitarlo.

Finalmente, todos coincidimos en que conviene No abandonar la lucha contra el cáncer y por extensión contra el «tabaquísmo», a ver si más pronto que tarde podemos decir que «fumar ha dejado de ser un problema social y de salud».  Con lo cual, el mundo entero lo agradecerá, seguro.

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