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viernes, 19 abril

El vino, vino, por Andrés Cañas

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A cualquier mortal originario de La Mancha del Quijote y criado entre viñedos, quinterías, jaraíces, trujales y tinajas, percibiendo desde niño el olor a pan tierno de tahona y mosto fresco azufrado en tiempo de vendimia, ha de inquietarle que se hable del consumo de vino en términos tan negativos incluso perniciosos como a veces se habla. Para colmo, se hace con una malicia apabullante, ya que sumar el vino a las sustancias tóxicas prohibidas, como poco parece una exageración.

—Juanito, ven aquí y tomate esta yema con vino y azúcar que te ha hecho la abuela. Anda hermoso, que verás lo buena que está.

—No tengo gana —contesta el niño.

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—Nunca tienes hambre, ya lo sé, pero tienes que alimentarte -argumenta la abuela—y si no comes tendremos que llevarte al médico.

El niño coge el vaso con ambas manos, cierra los ojos y se lo toma de un tirón. La abuela queda tan tranquila y el nieto se vuelve a jugar con los amigos. Y es que al salir del colegio, por las tardes, era costumbre dar a los niños de merendar un batido de yema de huevo, vino tinto y azúcar, o una orilla de pan empapada de vino con azúcar, o mosto hervido (arrope) y nadie pensaba en el riesgo de adquirir hábitos perjudiciales. Es de suponer que en Jaén esas catas serían de aceite de oliva, y en Guadalajara de miel, por ejemplo.

Inma Delgado Fotografía New Born

Por tanto, a los «manchegos» nos disgusta que se pretenda reducir el vino en la carta o menú de los restaurantes, tanto como el que figure en la etiqueta de las botellas la advertencia de que su uso podría hacer caer en el alcoholismo.  Lo cual sería una ligereza, por no decir otra cosa. Distinto sería que en centros educativos se enseñara que «consumir alcohol en cantidad excesiva puede crear adición». Con lo cual, recomendar evitar abusos, creo que sería lo correcto.

El consumo de vino, a diferencia del tabaco y otras sustancias tóxicas, si no existe motivo para evitarlo, ni los médicos lo desaconsejan. Algunos incluso lo recomiendan como complemento alimenticio.

—Usted, como tiene unos kilos de más -decía el nutricionista a su cliente—modere el consumo de alcohol y de grasas animales y bastará para rebajar el peso.

—Ahora no tomo nada de eso -responde— por que visité al médico de familia y me dijo. «de alcohol y grasa animal nada». Así de contundente.

—Bueno, bueno, tampoco hay que exagerar -subraya el dietista—la grasa que tiene el jamón de bellota, sin abusar no es mala. Y si toma un par de copas de vino al día, sobre todo en las comidas, tampoco perjudica.

No hace mucho tiempo, en plena campaña antidrogas en que se incluía el tabaco y el alcohol, entré en una de las mejores licorerías de Barcelona y quedé maravillado al ver los expositores con botellas de vino de diversos tipos y elaboraciones. Los había (y los hay) de todas las regiones vitivinícolas de nuestro país incluso del extranjero. Pero al ver la vitrina de Castilla la Mancha no pude disimular mi orgullo de haber sido viñero y que tan a gala mantengo aún.

Después de presentarme al dependiente, hablamos largo y tendido sobre la desproporcionada campaña que se hace contra el consumo de alcohol y en particular del vino. Ni ellos entendían por qué no se hace más publicidad educativa y se enseña la cualidad de un producto con tanto arraigo social incluso cultural como es el vino. En nuestra charla hicimos el recorrido que tiene la elaboración de los vinos, desde que se cortan los racimos en el sarmiento, hasta verlo tan lustrosamente embotellado y dispuesto para consumirlo.

—Estos vinos —me decía el amable dependiente—hasta llegar a ser lo que son ahora, han tenido que pasar por meticulosos procesos  y diversas cadenas de elaboración que mucha gente desconoce.

—Tiene usted razón —le respondí—aunque sobre el vino hay tanta leyenda, que pocos serán los que desconozcan los efectos provechosos que lo enriquecen. Quizás que pocos conozcan el uso que nuestras abuelas hacían del vino —me permití comentarle—Ya que ¡hasta ellas! empapaban los mendrugos de pan duro y se los daban de comer a las gallinas cuando «cluecas» incubaban sus huevos en el propio nido.

En definitiva, que a la defensa del consumo moderado del alcohol en cualquiera de sus elaborados, hay que sumar la inteligencia suficiente para evitar los excesos y con eso creo que bastaría.

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